Como un Diógenes inapetente, que nada quiere y nada espera en este circo de las vanidades, me siento al sol pacífico, silencioso y mirón. Con la lejanía y la indiferencia del que sabe que la historia es cíclica y se repite, por tanto, con machacona insistencia, veo afanarse a los políticos, a los que aspiran a serlo, a los que suspiran por serlo, a los que venderían su alma al diablo por llegar a serlo.

Todos se parten el pecho, sudan la gota gorda, trabajan más que Hércules con sus doce labores para forzudos, y muchos piensan vivir sin trabajar tras la ardua tarea de las elecciones. Se disponen a vender incluso a su madre por lograr un sillón -cualquier sillón-, lo mejor pagado posible, que puestos a desear y a tener aspiraciones no nos vamos a andar con minucias.

En esta barahúnda se compra y se vende, se pide y se ofrece (para sacar rentabilidad, nada de altruismo, acuérdense de los donantes), se trafica y se trapichea, se traiciona y se miente, se mata y se muere. Es lo más parecido al Mercado persa de Albert Ketelbey -detalle culto, módulo cuatro de cualquier trena-: llegan los camelleros con las mercancías, andan los mendigos ejerciendo su oficio y arramblando con lo que pueden, llegan los capitostes, los mandamases. Entran en escena los malabaristas, los payasos y los encantadores de serpientes. Todo un montaje para dejar encantado al personal, anular la capacidad crítica y que uno acuda sumiso a depositar la papeleta en la urna. Ganan los de siempre, pactan con otros que, disfrazados, no parecen lo que realmente son ni por asomo. Sigue todo igual y el muerto al hoyo y el vivo al bollo. El que tiene padrino se bautiza y el que no, es arrojado a las tinieblas exteriores donde resuena el llanto y el crujir de dientes como en el infierno evangélico.

Los populares -en el mercado persa donde los votos van y vienen al albur de las ofertas más espectaculares- andan nerviosos, sacando pecho y manifestando un optimismo que es tan falso como la unión sin fisuras que pregonan a voz en grito y orientados a todos los puntos cardinales. Hay miedo y se vende, se entrega generosamente: ¡Cuidado con las aventuras desconocidas. Votadnos a nosotros que somos los de siempre! No votéis a inexpertos, que no tienen ni idea de gestionar el Estado porque os meterán en callejones sin salida. No votéis a extremistas que parecen modernos, son más antiguos que el Kremlin y viven en un laboratorio bolchevique del dinero de Maduro. Son chavistas peligrosos y os van a quitar a todos la casa de la playa para dársela a los okupas. Los mercados nos castigarán el mismo día en que ganen y no vamos a tener ni para papel higiénico.

Nosotros -dicen fingiendo una convicción propia del mercado dicho- vamos a ganar porque somos la derecha centrada. Tenemos cuadros ampliamente experimentados y la sabiduría para navegar en este gran bazar lleno de trampas. Y si no ganamos ya tenemos a los ciudadanos para pactar, como si fuese nuestra marca blanca, que todo está previsto.

Los socialistas andan en campaña plana, sin molestar, casi sin levantar la voz salvo para algún leve reproche a la derecha. Me recuerdan a las órdenes mendicantes de la antigüedad. Casi piden las cosas por caridad, por piedad, por clemencia. Como para no hacer el ridículo. Hace falta más convicción, más energía, más capacidad de arrastre. Tienen que contratar a algún Arriola, algún mago de las encuestas y las cocinas sociológicas para salir del marasmo.

Veo, desde mi silla al sol de Diógenes o incluso sentado en el duro suelo, muchas estrategias, mucho marketing, mucho afán de poder, de lograrlo a cualquier precio, mucho estudio sobre el alcance de cada medida y sobre qué decisión es la que atraerá más votos de los duros, de los medios, de los blandos, de los listos y de los hipotenusos. Quitemos el aborto como derecho, que eso nos atraerá el voto de las monjas de clausura, de mi madre, de la señora Jacinta que es de misa y comunión diaria y del alcalde de Pitres en la Alpujarra granadina. Hagamos una ley de seguridad ciudadana dura -por cierto el día dos me quitaron la moto en la calle General Lacy y no hay señales de ella-que eso nos va a atraer el voto de los cursillistas de cristiandad, de los miembros de la adoración nocturna y de quienes hicieron campamentos en la OJE. Pura estrategia. Nada más.

Algunas ideas interesantes en Podemos: no contrataremos con bancos que desahucien, no pactaremos con quien mantenga imputados por corrupción en puestos de relumbrón, vamos a quitar altos cargos que no sirven para nada? quedan en agua de borrajas ante el espectáculo de asambleas a gritos, entre insultos y entre acusaciones de barrio bajo. Leo estas crónicas en INFORMACIÓN y alucino por un tubo. Hasta mi paz y mi indiferencia diogenésica se me evaporan. Se van al garete.