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Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

Me voy a comprar un diputado

Los caprichosos somos seres a la búsqueda de antojos, que nos permitimos porque nos lo merecemos todo. Cual «fashion victims», resultamos ser fácilmente pasto de suplementos dominicales y blogs de tendencias, porque sale un producto que nos apetece y ya no vivimos hasta que no está en nuestra saca. No podemos remediarlo, es superior a nuestras fuerzas, y eso que yo, por poner un ejemplo, me disciplino a base de zurriagazos desintoxicadores y olvidos voluntarios de mis claves bancarias, pero Amazon me mata. Estoy consultando si en estos mercadillos del consumo venden diputados españoles. Es que después de ver lo de Pujalte y Trillo me ha entrado mono de alquilarme uno, que al fin y al cabo tampoco sale tan caro y seguro que admiten Paypal. Es verdad que no está mi economía doméstica para muchos dispendios, pero mejor que el enésimo cronómetro suizo me vendría un parlamentario de la talla de los mencionados. ¿Me serviría de algo?, pues seguramente no, pero también he tenido épocas de comprar relojes como si se acabara el mundo y consulto la hora en el móvil, así que la utilidad no tiene mucho que ver con la adquisición de un bien, por lo menos para los caprichosos.

¿Qué es más útil: un reloj o un diputado? Pues según para qué; para lucirlo queda mucho mejor un tipo de esos que salen en los telediarios diciendo sandeces y si por uno de esos casuales encima es embajador el caché se multiplica. En relojes hay que competir con esas monstruosidades que llevan los futbolistas y si portas relojes discretos, aunque caros, el común de los mortales piensa que te lo has comprado en Tailandia por diez pavos. De momento los asiáticos no fabrican «diputados fakes» -todo se andará- con lo que está garantizado que lo que llevas es legítimo y no una mala copia. Réplicas de Pujalte no he visto yo a la venta, ni siquiera en páginas chinas, y eso es un punto a favor de la inversión. Pero fuera del prestigio social de tener mi diputado personal, una pieza más de mi aliño indumentario por decirlo de alguna manera, entiendo que me puede servir como susurrador. Entiendo yo que no me va a ser de excesiva rentabilidad si pretendo que legisle a mi favor, porque a no ser que decrete la exención fiscal de los Indignados Burgueses hasta la séptima generación o se me concediese por ley la patente de la Cocacola o algo semejante no iba yo a ver frutos palpables. En cambio como susurrador de secretos inconfesables me puede dar morbo, que tampoco un diputado es Mariñas, pero algo de información tendrá y atando cabos de aquí y de allá puedo formarme unos dossiercitos de lo más apañado que siempre son provechosos.

Y, bueno, si además de susurrarme a mí le susurra al concejal o al técnico trepa de turno que Rajoy me tiene muy bien mirado y que convendría que se me concediese tal o cual contrato, o unas conferencias pagadas a precio de gurú? Lo malo es que la mayoría de los diputados «chachi» estarán todos pillados, que hay mucha pasta moviéndose por ahí para que un simple caprichoso sin apenas recursos se compre el suyo. Seguro que Florentino tiene un puñado y las grandes corporaciones otro tanto y sólo me quedarán disponibles los susurradores de cuarta fila que visten menos y en vez de contar secretos hacen corta-pegas de lo que publica el «Hola». Ser pobre con gustos caros es lo que tiene, que es un asco. Yo creo que mejor que comprarme un diputado de los ya crecidos, me voy a buscar semillas, lo plantaré, lo regaré con mimo y a ver qué pasa. Pero tendré cuidado con su crecimiento: de pequeño me dejó a cuadros ver en una cartilla o en un catecismo la estampa de un árbol absolutamente torcido, parábola de todos los vicios, porque no se había enderezado cuando era un tierno retoño. Eso hacen las multinacionales con los presidentes usa, que los cultivan desde pequeñitos y así podan lo que no conviene y hacen crecer al candidato en el sentido que les interesa, igualico que el señor Miyagi con los bonsáis.

La paciencia no es lo mío, pero si lo fuera, de aquí a unos años podría presumir de un diputado crecidito y sanote que le daría cien patadas a Pujalte. Lo malo es que, como soy comprador compulsivo, el parlamentario se me ha antojado ya y me temo que voy a fundir la cuenta de paypal. Supongo que si lo compro en Amazon me permitirán devoluciones si no estoy satisfecho con el género y lo podré cambiar por un cronómetro o lo que en ese momento me apetezca, que hay diputados que jamás combinarán con el color de mis zapatos o de mi corbata.

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