La única formación que está hablando en serio de una reforma constitucional es la que representa legítimamente la socialdemocracia española. El jirón independentista catalán es mucho más serio de lo que algunos ingenuamente creen. El problema del tancredismo político, como el que estamos viendo, con la advertencia y recurso permanente al Tribunal Constitucional, evidencia la ausencia de cintura política del Ejecutivo estatal y de su presidente Rajoy a la cabeza. Su política, en esta deriva independentista de Mas and company, es sencillamente la de no hacer nada, que ya escampará. Y precisamente su falta de tacto e intuición política respecto de este problema nos lleva al presente callejón sin salida. La fractura social en Cataluña se convertirá en un problema de Estado, de grandes magnitudes, que jamás habríamos pensado sucediera.

Nunca antes se había producido un envite, un órdago del calibre -y a vistas claras y sin tapujos- como el que se presenta en estas elecciones del próximo septiembre. Y de otra parte, la derrota que en Cataluña se vaticina para el PP catalán va a ser de aurora boreal. No va a tocar bola política, va a ser insignificante. Ciudadanos le come gran parte del terreno político. Demostrativo de ese miedo es el cambio de líder que en estos momentos barruntan ante el presentimiento -creo que ya con datos sociológicos aproximativos- de la debacle. Ojo, que el PSC le va a la zaga por no haber tenido permanentemente una postura nítida y clara, redefiniéndose en los últimos momentos ante el problema del soberanismo, y sin un liderazgo capaz de trocar la negritud de los augurios electorales. No podemos estar permanentemente preguntándonos qué somos: si nacionalistas o, si por el contrario y por encima de todo, socialistas con la O mayúscula de obrero. Resuélvase definitivamente y dejemos las equidistancias. ¡Leñe! Podemos decir aquello de «nunca es tarde...». En la vida o se es coherente permanentemente o vienen los sucedáneos y te superan, y este temor está ahí. Ganar unas elecciones generales sin unos buenos resultados en Cataluña es difícil y complicado.

Se está hablando, por otro lado, de esta pretendida reforma constitucional en un momento en que resta hasta septiembre de legislatura efectiva, con una profusión legislativa inimaginable. Ya se verá lo que hacen los juristas y órganos jurisdiccionales para deglutir e interiorizar -si pueden, claro- tal cantidad ingente de leyes que se están publicando todos los días en el BOE. Es por ello que es nula, al presente momento, toda posibilidad de entente de las dos grandes formaciones políticas, con mayorías determinadas y reforzadas en función del tipo de reforma constitucional que se pretenda: ordinaria (3/5 de las Cámaras) o agravada (2/3 con referéndum).

¿Quién acometerá esa reforma constitucional? ¿Cúando? ¿En qué momento? Ya genera ciertamente un cierto hartazgo. Es evidente que quien está en mejores condiciones para ello es la socialdemocracia española; es a ella a quien corresponde impulsarla y ganarse al partido conservador, ya en la oposición política en la venidera legislatura, para así propiciar una «reforma limitada». Porque el PP no va a dar muchas facilidades para ello. Se ha advertido así en la legislatura que languidece y agoniza.

La estructura federal está en la base de la reforma constitucional pretendida con la redefinición ya, de una vez por todas, de la Cámara alta; la sucesión a la Corona de España: supresión de la preferencia sucesoria de los varones por discriminatoria por razón de sexo. La cláusula europea con modificación del artículo 93 CE; reforzamiento del «hecho local», muy capitidisminuido en la CE 1978. Es hora de darle la importancia que verazmente tiene, con una financiación óptima y adecuada. Ya esta bien de ningunear a la Administración local. ¿Dónde está el municipalismo? ¿Dónde? También la inserción dentro de los derechos fundamentales (palabras mayores) de una serie de derechos que, a día de hoy, tienen un marcado carácter social, como principios rectores de la política social y económica: derecho a la protección de la salud, etcétera. ¿Quién cuestiona que debe ser un genuino derecho fundamental? La reforma constitucional, entre otras cosas, debe hacerlo realidad. Es hora, por tanto, de crear clímax y debate nacional para adecuar nuestra norma fundamental a la realidad social que diaria y cotidianamente nos afecta. Ya no toca mirar de soslayo. Toca ya mirar de frente y por derecho. Este caldo de cultivo reformista debiera de partir ya desde los propios ayuntamientos.