No hemos llegado hasta aquí para ser complacientes; somos feministas, osadas feministas. Hemos puesto en pie esta organización para construir una herramienta capaz de transformar este país y ponerlo a la altura de su gente, a la altura de la fuerza descomunal de las mujeres. Nacimos para ser la voz de la calle, para colocar en las instituciones a quienes sean reflejo de la diversidad, de la capacidad, de la inteligencia, de las múltiples propuestas y soluciones que ya se han generado en nuestra vida social, económica y cultural. Soñamos con cambiar la cultura política de este país. Soñamos con consolidarnos como una fuerza dirigente capaz de recibir la confianza de la mayoría. Soñamos con una Constitución a la altura de nuestras realidades y necesidades como sociedad plural; soñamos -lo dicen nuestros documentos„con transformar sus tribunales, sus parlamentos, sus consejos de gobierno, sus gobiernos autónomos. Soñamos con cambiar el plano de nuestras viviendas y el trazado de nuestros barrios y plazas. Soñamos que la fuerza y el valor de las mujeres, que levantan esta sociedad cada dia, sea visible en las leyes, en los gobiernos municipales, en los pregones de las fiestas, en los museos, en las jornadas deportivas, en las fiestas familiares. Soñamos que ningún hombre se sienta dueño de la vida de una mujer si no su igual, su hijo, su hermano, su compañero.

No es un sueño guardado para mañana. Es un sueño puesto en marcha desde la defensa intransigente y radical de los derechos de las mujeres, de todas las mujeres, también las transexuales. Lo soñamos a la vez que construimos el feminismo en nuestra estructura organizativa, en nuestros documentos, en nuestras alianzas, en las actividades de nuestras moradas, en las acciones de nuestros círculos, en los debates, en los espacios, en las tareas.

Debatir, analizar, reflexionar, soñar una sociedad, una patria, una matria igualitaria y construirla ya desde nuestra propia organización, afrontando la diversidad, las multiples propuestas, los caminos que se abren. Decia Hanna Arentd «Afortunado, quien no tiene patria: podrá soñarla». Esa es la manera de construir hegemonía, dibujar nuevos mapas que trazan nuestros espacios, nuestras alianzas, una geografía con las mujeres representadas. Nuestra patria somos nosotras, mismas.

Estamos aquí para crecer personalmente, para permitirnos, dudar, pensar, debatir y hacer hueco a una realidad plural, tan difícil como posible porque la levantamos, la parimos, entre todas. No hay más tierra prometida que aquella que seamos capaces de construir afrontando los conflictos, aprendiendo de ellos, sumando a nuestra propuesta cada día a más mujeres que ven en nosotras a sus aliadas, a las dirigentes de sus causas a las capaces de acabar con el rancio relato de lo imposible.

Ahí fuera, hay un orden conservador que gana peso, que ha bebido en nuestro propio vocabulario -obligados por la fuerza del feminismo-- y pronuncia nuestras palabras, dicen desigualdad y dicen techo de cristal y dicen democracia. Pero ellos son la cara del muro que cierra el paso a los derechos de la gente, que nos divide entre hombres y mujeres, que profundiza la desigualdad, la precariedad, la falta de libertades, la ausencia derechos sexuales, que nos quieren jóvenes y a medida para consumo rápido. Son las fuerzas neoconservadoras, que desde Estados Unidos a la Francia de Le Pen, se visten de colores y despliegan desde su mundo antiguo el fin de la revuelta, la mansedumbre, el retorno al hogar de las mujeres, la sumisión total, los cuerpos sometidos a unos hombres que no quieren ser nuestros hermanos, que no se ven así mismos como cómplices, que se sueñan señores del mundo, tiranos de la casa, amos de las mujeres, patriarcas de sus iglesias. Sueñan con unos hombres dirigentes y en primer término, cuidados, reproducidos, alimentados, complacidos por mujeres que digan con ellos que nacimos desiguales, que estamos en este mundo para complacerles y para darles hijos a su nombre.

Pasará Vistalegre II y las mujeres de Podemos volveremos al tajo cargadas de proyectos, decididas a abrir brecha en roca viva. El feminismo tiene una larga genealogía, son millones las mujeres que han nutrido nuestra Historia y han hecho posible nuestra existencia hoy. No es fácil desalentarnos.

En mitad de las dificultades, las osadas feministas de Podemos avisamos, no vamos a dar por buenos los peores presagios. Lo más difícil será nuestra aliado, porque guardamos como un tesoro la fuerza y la voluntad de ser útiles cada día, con la igualdad de las mujeres -de todas las mujeres-- como bandera.