Alicante es una ciudad muy desagradecida. De ello pueden dar cuenta un buen número de ilustres alicantinos que han protagonizado gestas, epopeyas o páginas destacables en nuestra historia y que, sin embargo, no han recibido de nuestra ciudad y de sus gentes el reconocimiento que merecían. La lista es larga, demasiado larga, sin que parezca que los sentimientos de gratitud y de orgullo hacia todas esas personas que, de distintas formas, han contribuido a mejorar la vida de los demás sean una seña de identidad de los alicantinos.

No crean que solo tiene que ver con personajes históricos o de épocas pasadas, sino que llega hasta hoy en día, a personas que tenemos entre nosotros, que han contribuido a hacer de Alicante una ciudad mejor, pero a los que somos incapaces de expresar nuestra satisfacción por su hermosa labor. Podemos, si queremos, remontarnos a la histórica odisea protagonizada por el doctor Balmis, quien con su arrojo y valentía contribuyó a la erradicación de la viruela en el mundo en el siglo XIX, hasta el esforzado trabajo llevado a cabo por Paco Huesca, amante del cine y propietario de los cines Astoria, la mejor sala de proyección de películas de arte y ensayo que ha tenido la ciudad a lo largo de veinte años, hasta que tuvo que cerrarlos, finalmente, en el año 2009, empobreciéndose notablemente desde entonces la oferta de buen cine en Alicante.

Son muchas las personas con las que acumulamos una enorme deuda de gratitud y reconocimiento que llenarían las páginas de este periódico, a las que ahora se suma una más, Mari Carmen Serrano, conocida en toda la ciudad como Mamen, la propietaria de la conocida sala alicantina Clan Cabaret, quien lo deja tras veintiséis años de trabajo continuado al frente de este emblemático establecimiento de ocio, finalizando así una página muy hermosa en la vida cultural de la ciudad.

El Clanca, como todos hemos llamado de manera cariñosa a este lugar, surgió en Alicante en el año 1991, en medio de un auténtico páramo cultural, cuando la ciudad adolecía de una buena oferta de auditorios y centros culturales públicos, mientras que la oferta nocturna se limitaba a bares y pubs con músicas altisonantes especializados en vender alcohol en abundancia, a veces de no muy buena calidad. Sin embargo, en una zona fuera de la ruta tradicional del Barrio, se abría junto al párking de la Lonja una sala completamente novedosa, preocupada desde el primer momento por ofrecer una programación cultural tan variada como cuidada, atrevida y divertida, que suponía una auténtica ráfaga de aire fresco en la ciudad. Para ello, el Clanca fue de las primeras salas completamente insonorizadas, con un cuidadoso diseño a cargo del interiorista inglés Martin Night, incorporando un escenario polifuncional que permitía desarrollar actividades de distinta naturaleza: conciertos, teatro, espectáculos humorísticos, presentaciones de libros y discos, cine, bailes, al tiempo que igual podías tomar una copa o un café tranquilamente que bailar al ritmo de la música más marchosa de la noche alicantina.

En poco tiempo, Clan Cabaret se ganó la simpatía de un buen número de personas, que convirtieron la sala en una visita imprescindible de las noches alicantinas. Para muchos, el Clanca representaba una explosión de alegría que cambió la forma de divertirse en la ciudad, una especie de templo moderno a la tolerancia y a una cultura contemporánea que no encontraba cobijo en otros lugares. Con programaciones continuadas, por allí han pasado grupos, cantautores y artistas que solo podían verse en Alicante gracias al Clan Cabaret, desde el Gran Wyoming y el Reverendo, a Pablo Carbonell o Albert Pla, pasando por Quequé, El Sevilla, el aula Jácara de Teatro, y por supuesto el añorado Javier Krahe, junto a monologuistas, grupos de rock, pop, blues, jazz, mimo, humoristas o cuentacuentos, sin olvidar Festitíteres o el concurso de Monólogos.

Mientras otras muchas salas apostaban por vender más y más copas, el Clan Cabaret trabajaba por ofrecer programaciones culturales variadas y sorprendentes que durante muchos años alegraron las noches alicantinas. Además, Mamen siempre tenía una sonrisa y un lugar para todos aquellos que necesitaran un sitio, tanto para actividades solidarias como para cantantes noveles, presentaciones de libros o la entrega de premios de entidades como la PIC (Plataforma de Iniciativas Ciudadanas), encontrando en ella una simpatía y un apoyo poco frecuente. No es de extrañar, así, que Mamen se convirtiera por mérito propio en toda una institución en Alicante, una persona tan querida como cercana, que sabía preocuparse por la gente que trabajaba con ella y por los que se acercaban a la sala, con quienes gustaba conversar como si fueran amigos de toda la vida.

Clan Cabaret representó una osadía rompedora que inyectó modernidad en el Alicante de los noventa. Pero tras más de un cuarto de siglo, Mamen lo deja y con ello, se pierde una parte de la historia reciente de la ciudad, aunque el local siga. Posiblemente, como con tantas otras cosas, con el tiempo nos demos cuenta de lo mucho que Clan Cabaret hizo por Alicante y la deuda de gratitud que tenemos con alguien que contribuyó a hacernos más felices, dándonos cultura, diversión y alegría. Gracias, Mamen.