El Hércules ha jugado en Primera División veinte temporadas. Si hacemos números, y dado que estamos justamente ahora celebrando el noventa y cinco aniversario de la entidad, eso supone estadísticamente que al menos una de cada cinco temporadas hemos disfrutado de la máxima categoría.

Claro que, «la estadística del pollo» es como es, porque aquí algo no cuadra. Si echamos cuentas, desde la temporada 1986-87 hasta nuestros días -en total algo más de treinta años- las matemáticas nos dicen que nos hubieran correspondido como mínimo seis temporadas en la élite, sin embargo, la realidad es bien distinta; tan solo hemos disputado dos. Porca miseria, parece que alguien se comió nuestro maldito pollo.

Se hace difícil de creer, pero ya hay toda una generación de alicantinos para los que la vida es eso que pasa mientras que se termina la Vía Parque, la estación intermodal pasa del papel a la realidad y el Hércules pelea por salir de la Segunda División B. No lo tienen fácil nuestros millennials.

Por cierto, sería injusto pensar que la culpa todos nuestros males la tiene Enrique Ortiz. El constructor alicantino ya se encontró una situación insostenible cuando llegó al club allá por el año 1999. Reconozcámoslo, el asunto no era fácil, pero si hacemos números, objetivamente comprobaremos que lo ha conseguido; ahora estamos mucho peor.

Y así pasa la vida, como dice la canción, mientras afrontamos el tardoenriquismo con cambios en su cúpula y la esperanza de que alguien por fin, ponga un pelín de cordura y sentimiento en la gestión para traer tiempos mejores al herculanismo que, por otra parte, nunca pidió títulos sino cariño.

Eso sí, demos gracias porque al menos seguimos vivitos y coleando, que con la que cae, no es moco de pavo. El pasado domingo sin ir más lejos pudimos disfrutar otra vez de nuestro clásico: la lesión muscular. Era Portillo corneta y ya tenía el Hércules más bajas que los británicos en Galípoli. Otro de los muchos males endémicos de este club que algún día habrá que afrontar con serenidad y fundamento.

Dos lesionados más, y un solo punto, fue la cosecha obtenida en el pasado derbi. Pero lo más destacado del match estuvo sin duda fuera del césped. Lo que verdaderamente traspasó fronteras fue la última aportación del gabinete de I+D herculano a la tecnología de vanguardia: las entradas de la Señorita Pepis. Unos genios. Resulta todo un guiño del destino que precisamente sea «Zassh Tecnológica» la sociedad que se vaya a hacer con la propiedad del club. Miedo me da.

Como no ganemos en Llagostera la cosa se va a poner muy cuesta arriba. Si hacemos números, la derrota supondría tener que realizar una segunda vuelta casi perfecta para asegurar el playoff. Eso sí, de conseguirlo llegaríamos a la promoción de ascenso enchufadísimos y con la moral por las nubes. Llámenme iluso, pero para mí que este es el año. Hagan cuentas.