Lunes

«SPAIN AS USUAL»

«Spain is back» («España ha vuelto») ha asegurado enfáticamente la nueva ministra de Asuntos Exteriores durante su toma de posesión, un remedo del «Winston is back» con el que la prensa saludó el regreso de Churchill al Almirantazgo cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. El admirable esfuerzo de la ministra por galvanizarnos en el año I de la Nueva Era malvive con la reincorporación al paisaje ministerial de Calviño, Montero, Calvo, Ábalos o Duque y la sustitución de las tradicionales carteras por las mochilas que portan los flamantes excelentísimos de Podemos. Lamento rebajar la euforia de la ministra, pero su «Spain is back» provoca doble extrañeza: ¿Cuándo se había ido España?, en el caso de la facción socialista, y ¿Había estado aquí antes?, en el de la neocomunista. Las celestinas de este matrimonio entre cónyuges que se detestan arguyen que el primer Gobierno de Felipe González en 1982 fue ninguneado con idéntico desprecio, ocultando que aquel fue, con mucho, el Gobierno más capacitado intelectualmente que ha tenido España en cuarenta años, mientras que Pedro Sánchez gobierna un Arca de Noé con rumbo de colisión y marinería de agua dulce.

Martes

LOS COMEDIANTES

Siguiendo escrupulosamente el plan diseñado, Sánchez va a reunirse con Torra. El hecho de que el presidente de la Generalitat haya sido inhabilitado como diputado autonómico no ofrece mayores dificultades, ya que la norma exige que sea diputado para convertirse en presidente, pero no para seguir siéndolo, lo que me recuerda el caso de aquel Míster Universo que cambió de sexo y conservó el título, aunque sin suspensorio. No hace falta un esfuerzo mental exhaustivo para comprender que el espíritu de la norma es que el ejercicio del cargo de presidente sea inseparable de la condición de diputado, pero estas pesadas cuestiones lógicas no pueden obstaculizar una estrategia que culminará dentro de treinta años según las previsiones de Moncloa, que evidentemente descarta la posibilidad de perder unas elecciones en ese plazo. Como primera providencia, el Parlamento catalán ha ratificado a Torra como diputado con el apoyo del PSC; a continuación, Sánchez ha representado el papel de estadista obligado a respetar la decisión parlamentaria. Tarde o temprano, toda esta pantomima rozará peligrosamente la prevaricación o la desobediencia y entonces alguien rugirá que los tribunales no pueden estar por encima de la voluntad popular. Que es, por cierto, el argumento de Puigdemont y Junqueras.

MIércoles

CRÓNICAS DE UN PUEBLO

Admito que sigo extasiado por el «Spain is back» de nuestra ministra de Asuntos Exteriores (una notable jurista que pierde mucho dinero mudándose al Gobierno, lo que la convierte en una anomalía institucional). Se atribuye a Rodríguez Zapatero la frase de que el PSOE es el partido que más se parece a España, una fórmula de autoelogio que, además, pretendía explicar la inexpugnable fortaleza electoral del partido. Pero todo esto provocaba dudas entonces y desde luego ahora, como en qué se parecen menos PP, Podemos y Vox que el PSOE a España, o si los «investidores» (neologismo que dono a la posteridad) de Sánchez son conscientes de estar colaborando con la España genuina. Yo creo que España se parece a España, admitiendo que exista un ente metafísico distinto de cincuenta millones de individuos unidos fundamentalmente por la tortilla de patatas y el «¿Con IVA o sin IVA?», y que el PSOE se parece a PP, Podemos y Vox tanto como los hijos del capitán Trapp, ocho niños de apariencia y carácter variados pero que finalmente cantaban a coro como si fueran octillizos con dietas.

Jueves

RUTA SUICIDA

Algunos sostienen que las circunstancias han colocado al PP en una envidiable posición central entre PSOE y Vox. Todo esto es muy napoleónico, aunque presupone que un partido político puede maniobrar sin temor a que la opinión pública considere oportunista o incoherente su agilidad táctica. Esta servidumbre descarta las metáforas militares en beneficio de las deportivas: el PP es una motocicleta en fase de pruebas y Casado el ocupante del sidecar que inclina su cuerpo a uno u otro lado cuando el vehículo afronta una curva. Es una tarea que exige precisión dado el riesgo de que la motocicleta vuelque si el peso no compensa la fuerza del giro. La traducción política de estas nociones elementales es aparentar racionalidad conservadora ante los excesos de Vox y centrismo vocacional frente al radicalismo progresista. Pero se necesitaría la pericia de un Márquez para evitar algunas salidas de pista más que probables y ahí llevan ventaja los rivales, que corren sin sidecar en un caso (Vox) y con una roulotte tuneada en el otro (PSOE).

Viernes

IN DESMEMORIAM

Al principio pensé que era una maldad de esa derecha empeñada en llenar de arena el motor del progreso, pero el audio de la entrevista circulaba sin frenos por la autopista virtual: «La derecha vivía mejor con Eta», había sido la sesuda reflexión de María Chivite, presidenta navarra. Una porción estimable de nuestros presidentes autonómicos tiende a terminar en la cárcel o a decir tonterías: Torra, la saga penal del PP madrileño, el charlatán Revilla y ahora Chivite. Ignoro si la derecha vivía mejor con Eta; lo seguro es que moría insuperablemente. También muchos compañeros de Chivite a cuyos deudos debe de resultarles fascinante que Otegui haya mutado de matarife a aliado redimido. Una caricatura chusca del muro que separa trágicamente a PSOE y PP es que unos prefieren hablar de la batalla del Ebro y otros exhibir a Alcaraz, lo que, en fase parlamentaria, degenera en un señorial griterío entre «francotiradores», «vendepatrias», «bolcheviques», «franquistas» y otras lindezas. No existe consenso sobre la posguerra terrorista y por ahí ha regurgitado Chivite.