Leyendo el enunciado del artículo con pregunta tan grave -y pretenciosa, sin duda, por lo que pido disculpas a mis dos dilectos lectores-, habrá alguna que otra ministra o ministro filocomunista de Unidas Podemos del Gobierno Sánchez-Iglesias (con permiso penitenciario de Junqueras-Torra), que zanjaría la cuestión con la misma dosis de realismo comunista que aplicó Lenin cuando fue preguntado al respecto por Fernando de los Ríos (ministro de Justicia; de Instrucción Pública y Bellas Artes; y de Estado, en tiempos de la Segunda República, por si Irene Montero o Alberto Garzón no lo sabían) durante su visita al Kremlin en 1920. De los Ríos, miembro destacado del Partido Socialista Obrero Español (por si algún progre o progra del socialismo deconstruido del siglo XXI se había olvidado), escribió un libro a raíz de aquella litúrgica experiencia titulado Mi viaje a la Rusia Sovietista. He aquí el relato que hace sobre ese pasaje: «Nosotros -{respondió cínicamente Lenin}- nunca hemos hablado de libertad, sino de dictadura del proletariado? el problema para nosotros no es de libertad, pues respecto de ésta siempre preguntamos: ¿libertad para qué?». Pues eso, ¿libertad para qué?, dirían hoy los autonombrados intelectuales podemitas adoradores del becerro de oro neocomunista. Y eso que ya advertía el cascarrabias y viejo profesor Aranguren (no solo fue Tierno viejo profesor) que «el intelectual pierde su libertad al adscribirse a un partido político». Quizás en Unidas Podemos intelectuales, intelectuales de verdad, no haya ninguno ni ninguna.

Pero la pregunta que titula este artículo, aunque les importune -por molesta e innecesaria- a la extrema izquierda podemita instalada en las muelles poltronas del poder burgués, sigue estando ahí, como ocurrió con el dinosaurio de Augusto Monterroso al despertar de su brevísimo relato. Y sigue estando ahí porque la libertad es el derecho más elevado e inestimable que poseen los seres humanos. Y como ha demostrado tozudamente la Historia solo hay libertad en los países que gozan de democracia y solo hay democracia en los países que gozan de libertad. Por eso las dictaduras y los dictadores se apresuran a perseguirla con saña. Ya nos advertía Luther King que la libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor.

Estos días hemos tenido en España la sorprendente e inopinada visita de dos personajes dignos de especial atención, aunque cada uno de ellos y de ellas por razones diferentes y un nexo común: la libertad. Se trata de Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela a las órdenes del dictador Maduro y que ha venido a Barajas (España) para que su gobierno sátrapa sea blanqueado por nuestro Gobierno; y del eurodiputado socialista letón Boris Cilevics, de gira por España a gastos pagados por los españoles que, pese al coronavirus, nos visita para evaluar si somos una democracia, si hay libertad en nuestro país (no en el suyo), y por qué tenemos presos políticos en la cárcel cumpliendo condena por sus ideas, no por sus delitos, comparándonos de paso con Turquía y cuestionando en consecuencia el sistema judicial español, a los jueces del Tribunal Supremo. Vaya por delante que siento una incontenible vergüenza próxima al paroxismo que solo logro combatir merced a mi reconocida amistad con la resiliencia, atributo audazmente adquirido cuando fui operado de amígdalas sin anestesia.

Delcy Rodríguez, peleada desde pequeñita con la libertad? de los que no pensaran como ella, hizo una escala en España para ser recibida (no confundir con recidiva) por nuestro vehemente ministro de Transportes -imagino que de ahí lo de Barajas- José Luis Ábalos, antes comunista, luego socialista e hijo del torero conquense Heliodoro Ábalos «Carbonerito». Pues bien, teniendo Delcy prohibido pisar territorio de la Europa democrática, la que defiende la libertad, por ser responsable de violaciones de los derechos humanos y de socavar la democracia y el Estado de derecho en Venezuela, según comunicó la UE, pese a esa estricta prohibición, digo, Delcy pisó España, pisó Europa y pisoteó cualquier atisbo de libertad y democracia para el pueblo venezolano. Ante la flagrante evidencia del encuentro y del pisotón en suelo español, Ábalos, con el aplauso unánime del Gobierno, dio hasta cinco, seis, siete? versiones diferentes del encuentro y del pisotón. ¿Para qué sirve la libertad?

Del amigo letón Boris Cilevics les comentaba algo a ustedes dos en mi anterior artículo, y del patriótico llamamiento que el viceprimer ministro de Letonia, Artis Pabricks, hizo a su pueblo para honrar la memoria de la «Legión Letona de Voluntarios de las SS», o del monumento que a esos combatientes de las SS se erigió en el sur del país. Y le recuerdo a Boris, de paso, que en 2007 dos jóvenes españoles fueron encarcelados en Letonia por llevarse como recuerdo dos banderas letonas colgadas de unas farolas. Estuvieron varias semanas en prisión a petición del fiscal acusados de sendos delitos de robo en grupo y de ultraje a la bandera, penados con hasta ¡¡¡siete años de cárcel!!! ¿Qué dijo o hizo entonces Cilevics? ¿No le traería más cuenta al diputado socialista pasearse de vez en cuando por Letonia para medir la calidad democrática de su país? Ahora sabemos la tensa reunión que tuvo en Madrid con los fiscales del juicio contra los golpistas condenados por sedición y malversación. Tras su paso por Madrid a gastos pagados, Boris viaja a Barcelona, a gastos pagados, para que el independentismo, el separatismo excluyente y xenófobo le expliquen en qué consiste la libertad? de los catalanes que no piensan como ellos. Si no lo creen, reflexionen sobre las declaraciones de la alcaldesa de Vic (sí, Vic, la del salchichón) y diputada de JxCat, Anna Erra, pidiendo a los «catalanes autóctonos» acabar con la costumbre de hablar en castellano a quien «por su aspecto físico o nombre no parezcan catalanes». En la Alemania nazi todos los prisioneros de los campos de concentración tenían un distintivo para identificarlos: judíos, homosexuales? ¿Para qué sirve la libertad, Anna? No me conteste usted; ni Maduro, ni Delcy, ni Cilevics, ni Junqueras, ni Torra, ni Bildu, ni los autoproclamados intelectuales podemitas instalados en los placebos del poder. Yo sí sé para qué sirve la libertad. ¿Y ustedes dos? A más ver.