«Vemos el peligro de lejos hasta que nos toca a la puerta». El comentario se sumaba a las reacciones de pésame que se fueron acumulando en una red social a lo largo de los dos últimos días, tras la muerte de Olivia Manzanaro, responsable de proyectos editoriales digitales de la Universidad de Alicante, cuyo camino se cruzó fatalmente con la maldita pandemia a la edad de 52 años.

El mundo ha cambiado sin que nos diéramos cuenta. En cuestión de días, millones de personas han quedado confinadas en sus casas y otras tantas han dejado de trabajar. La irrupción del coronavirus ha transformado de golpe la actividad educativa, social, tecnológica, cultural y económica. Y lo que resta por ver. Constantemente, se nos ofrecen los datos con números para cuantificar enfermos, infectados, recuperados y fallecidos por todo el mundo, pero todo eso, con toda la alarma, incertidumbre y gravedad que genera, no se ve transformado en herida sangrante hasta que ves a la muerte pasar por tu lado.

De Olivia, todos sus compañeros hablan maravillas. Jovial, alegre, implicada... Era joven y sana, no tenía patologías previas. Comenzó a sentirse indispuesta hace poco más de una semana e ingresó en el Hospital General por una supuesta neumonía que no presagiaba gravedad. De hecho, pocos días antes de fallecer, se mantenía activa con el Whatsapp desde su cama en el centro hospitalario, bromeando con compañeras de la Universidad.

Junto a su pareja, Luis Ramos, participaba activamente en el mundo cultural alicantino. Tuve la ocasión de conocer a ambos -más a Luis que a Olivia- a través del Rotary Club Alicante, concretamente en la entrega del premio Balmis a Francis M. Mojica, donde Ramos, también vinculado profesionalmente a la comunidad universitaria, tuvo parte activa como macero o maestro de ceremonia. Actualmente también colaboraban en la promoción de la nueva entrega del Balmis a Dennis Mukwege, premio Nobel de la Paz, que tenía previsto acudir al acto en Alicante el 17 abril y que ha sido aplazado. Olivia, además, es hija de Manuel Manzanaro, pintor alicantino que destacó en la década de los 70-80, hoy retirado en su finca de la Font de L'Arc en Sella. En suma, Olivia era una de los nuestros, del entorno, de los de aquí cerca, una persona joven y sana que trabajaba, aportaba y se relacionaba con la comunidad; una mujer cercana y normal, cuya repentina e inesperada ausencia centra el problema en el punto más grave, ese que sirve para reubicarnos al tiempo que apaga cualquier amago de cacerolada comunitaria o intento de plasmar chistes malos en las redes sociales. Es lo que tiene ver a la muerte pasar por tu lado.

Descansa en paz, Olivia.