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Opinión

Distancia social

ué sea para siempre, y sin revisión, para los dos pederastas capturados en Gandía y Gijón! Para ellos, y para todos los de su calaña, y por supuesto para sus fieles «seguidores». Según fuentes policiales estos individuos gozan de «una gran reputación», y son muy admirados en sus círculos. ¿Círculos pederastas? ¿Qué tipo de cómplices les sostienen? ¿Qué hipócrita y rastrera moral lo tapa? ¿Qué terrible mundo es capaz de cometer semejante monstruosidad, incluida la de otorgar y silenciar?

A Dios le solemos meter en muchos líos, pero en éste le reto a estar de mi lado, y le ruego, sin mazo, que ponga a - todas las infancias- a salvo. Le suplico que no siga permitiendo, sin castigo en la tierra, que la justicia, además de ciega, se convierta en perversa, mezquina, sádica y cómplice. ¿Cómo puede dormir, ni un solo día de su vida, el juez, fiscal, o psicólogo forense del juzgado de turno (sea hombre o mujer) que no retira una custodia, visitas y la patria potestad a un padre abusador y/o maltratador?

La Fundación ANAR nos alerta con urgencia: «Dos mil niños, niñas y adolescentes han pedido ayuda durante la pandemia del Covid-19 en España». Estos menores la viven encerrados con ellos, con sus agresores. En esta conjura de despojos humanos no hay distinción de clase, ni de raza, pero sí de sexo, mayoritariamente masculino.

¿Si existen tantos datos que aseguran el aumento de las descargas y consumo de pornografía infantil durante el confinamiento, no se les detiene?

Resulta incomprensible que, incluso relatando las torturas a las que dicen someter a sus propios hijos, sobrinos, nietos o vecinos, incluyendo a bebés, actúen sin el mínimo pudor, y se considere que sus «narraciones virtuales» no son delictivas.

¿Qué extrañas intenciones permiten que, en los colegios de psicólogos, y en los juzgados, ejerzan, e influyan para desgracia de sus víctimas, pseudo profesionales que basan sus informes, ponencias, tesis, cursos, publicaciones, y su negocio, en las teorías del pedófilo que se inventó el falso síndrome de alienación parental, SAP, para ocultar el incesto y la violencia a los menores y a sus madres?

¿Por qué, si según organizaciones no gubernamentales como Save The Children y UNICEF, 1 de cada 4 niñas, y 1 de cada 5 niños van a sufrir abusos sexuales en su infancia y adolescencia, y generalmente esto se da en el entorno más cercano a la víctima, es decir, su padre, abuelo, tío? solo el 30% de las denuncias por abusos terminan con sentencia condenatoria al agresor? ¿Y qué pasa con la complicidad social que sigue sin retirar los hábitos, y sin encarcelar de por vida a todos los sacerdotes de nuestra iglesia católica, apostólica, romana, o de la que sea, que abusaron de cientos, de miles de niños, algunos de ellos, hoy convertidos en hombres con la misma perversión?

No hay «Ave María», ni rezo que les perdone. No hay - in dubio pro reo- que sostenga vicios semejantes. La cadena de favores de esta gentuza tiene nombres propios, y hay que sacarlos a la luz, aunque sean los mismísimos hijos de las tinieblas.

¿Por qué se siguen haciendo negocios internacionales con las naciones que normalizan el matrimonio de niñas con adultos, por mucho combustible que den a ganar a otros poderosos e indecentes del mundo? ¿Tantas bocas alimenta el turismo sexual explotado en muchos países como «paraíso»? De ello no salvo a ninguno, ni a las derechas, ni a las izquierdas, y es que las mujeres y sus hijos no les importamos lo más mínimo a nadie, y aún menos si son pobres.

¿Adónde van los niños secuestrados, arrancados y robados? ¿Cómo puede una humanidad vivir sin dar la cara ante estos hechos, que siguen sin resolverse, también en esta comunidad...?

¿Qué pasa con los locales, esos que amablemente se les ha llamado de alterne, que han tenido durante el confinamiento servicios secretos, y a mujeres con bozal?

Mujeres solo abiertas de piernas, y con el alma vendida, porque nuestra corrupta sociedad decide que la considera «la profesión más vieja del mundo», y algunos infiltrados, que van de progres, dicen que es un derecho. Me parece que se les olvida responder algo: ¿Derecho de quién? ¿Qué hombre, que se tenga como tal, necesita pagar para amar? ¡Qué no es amor!, me responden, y yo pregunto: ¿Ni propio? ¿Dónde está el sexo que se basa en la compra de otro cuerpo? Las carnicerías en mi pueblo no consideran ganado a ningún humano... En ese sucio negocio de la prostitución, las mujeres lo son.

Y digo yo, a la vez que se manifiestan con la bandera de España, es decir la mía, algunas y algunos con sus cazuelas relucientes contra un gobierno por su gestión en esta crisis del coronavirus, ¿no se podrían implicar en hechos como los expuestos, que son el pan nuestro, también de estos días? «Follar sin pagar es de pobres». Lo escuché decir en la puerta de mi urbanización a unos chavales que aún no tenían pelo en pecho, y sin duda, tampoco cerebro. En ese mismo barrio, algunos de ellos, han saqueado todos los chinos abiertos, precisamente para comprar nuestra bandera, alegando, que es más sano el ruido de las cacerolas, que el de los aplausos. Con mis manos no.

Y no soy la abogada del gobierno, no necesitan mi defensa. La mía es para las mujeres maltratadas, para las víctimas de violencia de género, esas que dice Carla Toscano que no existen. En parte tiene razón, porque son muchas, muchísimas, las que ya no existen. Las asesinaron sus maridos o sus exparejas, y también a sus hijos e hijas, y las vivas, no viven. No se les permite «vivir» porque en la mayoría de los casos, cuando logran escapar del infierno, y gritan basta, son condenadas por la violencia vicaria, la que es ejercida por cómplices como ella, y el partido que representa.

Me quedé en los 90, es cierto, y en políticos como Juan José Lucas y José Antonio González Caviedes los dos del PP, y en Jesús Quijano y Tomás Rodríguez Bolaños del PSOE, en Antonio Herreros y en Nina Infante de IU, y por supuesto en Leandro Cornejo y en Carlos Sánchez Reyes, quien fuera presidente de Las Cortes de Castilla y León. Los vivos siguen siendo mis amigos, y a los que ya no están, los añoro.

Distancia Social, pero no utilicen la bandera de todas y de todos, y denos las gracias a las personas de buena voluntad que seguimos queriendo «libertad sin ira». Saquen su rabia contra el peligro que viven nuestros hijos, nuestras hijas, nuestros nietos y nuestras nietas. Rompamos el silencio cómplice, «las niñas y los niños no mienten», sus pederastas, sí. Y ser su padre lejos de darle derecho, le hace aún más miserable.

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