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Opinión

¿Quién paga el teletrabajo?

uis es funcionario del gobierno central, trabaja en una oficina en el centro de Alicante, pero vive en Agost. A su horario de trabajo, tiene que añadir todos los días algo más de una hora de desplazamiento, más los consabidos problemas de aparcamiento en el centro de la ciudad. Durante más de treinta años ha estado realizando idas y vueltas sabiendo que era altamente improbable que abriesen una oficina más cerca de su casa. Pero merced a la pandemia del Covid-19 todo cambió, su nuevo puesto de trabajo pasó a estar en su casa, el ordenador que utilizaba para conectarse a internet se convirtió en su nuevo puesto de trabajo merced a un escritorio virtual que le permitía trabajar como si estuviese en la oficina. La experiencia fue buena y quizás el único reproche que hacía es porque no se había empezado antes a utilizar el teletrabajo.

Javier es un empresario que en febrero se estaba planteando ampliar la oficina ya que se le había quedado algo pequeña tras la incorporación de unos cuantos trabajadores. Éstos solían hacer una pequeña parte del trabajo en casa o en las obras que tenían que visitar, aunque la mayor parte del tiempo la pasaban en la oficina central. El confinamiento cambio el modelo de trabajo y ya ninguno de sus empleados acudía a una oficina que de repente se había quedado huérfana y silenciosa, y ya probablemente innecesaria.

La oficina de Javier no era la única que se había quedado más solitaria, ya que las carreteras de la provincia se vieron privadas de los coches de Luis y los empleados de Javier, con la correspondiente disminución de contaminación y consumo de gasolina.

Javier y Luis seguro que se miran extrañados cuando la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, salió con su «El teletrabajo no le puede salir gratis a las empresas». La afirmación ya te hace plantearte cómo es posible que esta señora haya llegado a ser ministra, pero también a hacerte pensar si conoce el mercado laboral español, es más, te hace dudar si alguna vez ha trabajado en alguna empresa privada. Por supuesto, el ideario comunista se le nota al criminalizar por anticipado a las empresas, muchas de las cuales ni siquiera se habían planteado el cambiar a un modelo de teletrabajo.

La experiencia de teletrabajo ha roto muchos dogmas que hasta hace escasos meses eran predominantes en muchos españoles, como el que es necesario el control visual y la cercanía para garantizar un correcto rendimiento por parte del trabajador. Una vez han comprobado que esto no era así, muchos empresarios y responsables han empezado, por un lado, a evaluar el cumplimiento de objetivos y el rendimiento de sus trabajadores lejos de la oficina y por el otro, los ahorros que puede suponer el no tener que reservar un espacio para tus empleados, así como los costes adicionales del mismo: bonos de comida, luz, limpieza y otros.

Muchos ya han movido ficha, una antigua alumna de la Universidad de Alicante me comentaba que su empresa ya había hecho una oferta de una cantidad de dinero y una silla ergonómica para aquellos empleados que cambiaran al teletrabajo. Y es que en el sector privado la oferta y la demanda va a nivelar la situación muy pronto diga lo que diga la ministra Díaz. Hace escasos años un responsable de recursos humanos me comentaba que el dinero ya no lo es todo en la búsqueda de talento, y aspectos como la calidad de vida eran cada vez más importantes. En poco tiempo el poder optar a teletrabajo decantará en un sentido u otro, que determinadas personas elijan una oferta de empleo. También tendrá cada vez más valor para algunos puestos de trabajo, la capacidad y disciplina para desarrollar las tareas en la distancia. El teletrabajo ha llegado para quedarse, pero mientras otros países de nuestro entorno premian con desgravaciones fiscales a los que teletrabajan, la ministra Díaz amenaza a los empresarios.

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