Algunos se han empeñado en no contribuir en nada. En bloquear y deslegitimar permanentemente al Gobierno de coalición. Obtienen el sueldo que la población les obsequia, pero no se lo ganan ni aportan algún grano de arena. No a Pedro Sánchez, sino a nuestro país. Tampoco dan ningún aliento a la democracia que acoge a todos. Si eso está mal siempre, más delictivo es ahora, en tiempos especialmente difíciles desde el punto de vista sanitario, social y económico. No es una discordia legítima lanzar piedras a diestro y siniestro para cosechar algún triste punto. Ni la basura mediática.  

Desbloquear la renovación de órganos como el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo o el consejo de administración de RTVE no es lo más urgente, si bien no vale declararse en huelga de brazos caídos, no cumplir las normas y dar la espalda al personal, incluyendo a los seguidores que aúpan al líder de la oposición, Pablo Casado. No aplaudir al Gobierno no significa que valga lo de autoexcluirse y patalear delirantemente en contra del adversario.  

No aplaudir al Gobierno no significa que valga lo de autoexcluirse y patalear delirantemente en contra del adversario

Sánchez habla de todo en las entrevistas que le hacen, incluso de lo relativo al «procés» (aquello que parece tan lejano y esperpéntico), con su intención de ser empático con la sociedad catalana y de reformar el Código Penal, según manifestó en su investidura, para disminuir el delito de sedición, añejo asunto que exige ser actualizado. El diálogo se reanudará con Quim Torra, presidente catalán por si no lo sabían, pendiente aún de que el Tribunal Supremo dictamine si le inhabilita durante año y medio por delito de desobediencia.  

Respecto a la fusión de CaixaBank y Bankia, aún no concluida, lo que más interesa a los ciudadanos es si el nuevo banco devolverá los veintidós mil millones en ayudas que el Estado pagó con el fin de evitar la quiebra de Bankia durante la crisis financiera que se desató en 2008. La participación estatal será menor que la que se tiene actualmente.   

 Y ahí anda el nuevo curso escolar en plena pandemia otra vez, aunque menos virulenta en términos generales, con una determinada inseguridad «porque va a haber contagios», afirma Sánchez refiriéndose a que los centros son seguros. El presidente se pone una bata blanca (y mascarilla) para anunciarnos que en diciembre quizás, como regalo navideño, será viable vacunar a una parte de la población española. Amén. ¿Más restricciones, mientras, que pongan coto a esta incontenible situación?  

Por su parte, el aforado, no inviolable, rey emérito Juan Carlos I sigue en paradero conocido con las presuntas comisiones recibidas por cada barril de petróleo, sus posibles negocios ocultos en Suiza y sus presuntos escándalos bajo el brazo. ¿Quién no puede largarse unos días a los Emiratos Árabes Unidos y huir de la quema? Ya ven que sí se puede.