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Juan Carlos Padilla Estrada

A vueltas… y vueltos… con el género y la génera

¿Puede haber algo más disparatado que llamar a las células germinales masculinas espermatozoides y a las femeninas óvulo?

En las carreteras prevalecen las señales de tráfico machistas. Así lo considera la Fiscalía General del Estado, que indica que por lo general las señales “representan a un hombre como peatón o como conductor”, mientras que en otras “la mujer aparece en una situación de dependencia y subordinación”. La fiscalía indica que “todavía perviven las señalizaciones contrarias a los principios de igualdad” y cita dos ejemplos concretos: la placa en la que la mujer “sigue a un hombre senderista” y aquella que advierte de la cercanía de un colegio en la que el niño “lleva de la mano a la niña”.

Ay señor… ¿De verdad está sucediendo esto en nuestra querida España? Hay un partido político que se llama Unidas podemos o Unidos podamos o Unidos podencos… no sé, pero se debería llamar discordancia cacofónica. Porque además, tal ente tiene portavoza, no portavoz, nótese el matiz y mi ironía.

Recientemente, la vicepresidenta del gobierna, perdón, del gobierno, ha evacuado –uso el término con conocimiento y amplitud de acepciones- una consulta a la Real Academia de la Lengua para valorar reformar la Constitución y dotarla de un “lenguaje inclusivo” (sic). No les voy a reproducir aquí las respuestas de esos santos varones –y alguna señora- acerca de tal propuesta. Que daría a nuestra Constitución una nueva dimensión: La recoña mundial.

¿Es que solo a mí se me erizan los músculos erectores del pelo cuando nuestro presidente –sí amigos, sí, es el suyo también aunque no le hayan votado- adorna sus discursos con aquello de ciudadanos y ciudadanas, albaceteños y albaceteñas, diputados y diputadas… ¿es realmente necesario… y necesaria? ¿No se trata de una gilipo… digo de un recurso verbal tan innecesario como populista, que solo contenta a un grupo de personas y personos que se pasan las noches revisando señales de tráfico para ver si son machistas, inventando palabros como portavoza, miembra o lindezas semejantes?

Ya es suficientemente absurdo hacer acabar las palabras en aes como para además creerse que con eso se mejora la situación social de las mujeres y se combate el secular machismo que ha infectado a la sociedad española desde que a don Pelayo –¿o era doña Pelaya?- le dio por liarse a leches con los musulmanes –y las musulmanas, supongo-.

Pero, ¡ay amigos y amigas y amigues! no todo lo que acaba en a dignifica a las especímenes del sexo femenino. Poeta, idiota, cura, planeta… ¿Poeto, idioto, curo, planeto?

¿Nadie les ha explicado que existe una cosa en la lengua que se llama género neutro?

¿Puede haber algo más disparatado que llamar a las células germinales masculinas espermatozoides y a las femeninas óvulo?

¡Revolución lingüística ya! Óvula y espermatozoido, ¡inmediatamente!

¿O creen que de semejantes orígenes pueden brotar ciudadanos, ciudadanas y ciudadanes igualitarios, capaces de llevar a la sociedad a idílicas cotas de hermandad, en la que el sexo que ha determinado el nacimiento sea menos importante que la letra del NIF?

Es que la indigencia intelectual es la más indisimulable de las carencias, en este caso de las carencios.

Pero… si estamos repartiendo estopa… que no se salga de rositas los señores y las señoras de la Real Academia: ¿O era necesario incluir en el diccionario albericoque, toballa o almóndiga?

Pero ese es otro tema… en este caso temo, ¡desde luego!.

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