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José Carlos Rovira

Universidad de Alicante: Debate sobre el voto al rectorado

Me llegan noticias confusas sobre la convocatoria electoral al rectorado de la Universidad de Alicante. Quizá es porque, como grupo de riesgo por edad, estoy bastante lejos del espacio del Campus dada la situación que vivimos, en la Universidad, en el país, en el mundo. Bastante lejos no quiere decir ausente, pues llevo más de seis meses conectado a ese aparato que es el ordenador, que me permite estar presente en clases, tribunales, conferencias y múltiples eventos del mundo casi confinado que vivimos.

Me estoy acostumbrado a ello y me preocupa: sueño a veces un mundo presencial, con viajes vividos, con encuentros cordiales, con clases en las que un grupo de alumnas y alumnos me hagan preguntas, sin distorsionar la voz o la imagen y espero sonrisas y hasta miradas severas no mediadas por la pantalla.

Parece que ahora lo que hay próximo son unas elecciones al rectorado de la Universidad de Alicante, y hay propuestas controvertidas que indican, la primera, la posibilidad de convocar unas elecciones presenciales, como las que se suspendieron en marzo, incluso con dilatados plazos para que el alumnado, en turnos temporales, acuda a la urna correspondiente, y lo haga igual el profesorado, y el personal administrativo. Esto, creo, el dilatar un proceso electoral en el tiempo es una barbaridad electoral que el ejercicio universal de la democracia anuló para impedir, por ejemplo, el pernicioso efecto del caciquismo, o el peor del pucherazo.

Otra postura plantea que lo más necesario sería convocar la elección con la posibilidad telemática (como se ha hecho ya en algunas universidades y en la nuestra en procesos de elección varios, entre ellos uno decanal): si en diciembre más o menos se realizan las elecciones y, teniendo en cuenta que no vamos a estar lejos de la amenaza creciente del virus (¡ojalá no fuera así!), por razones de salud sobre todo, parece absurdo convocar a veintidós mil estudiantes y tres mil trabajadores al contagio, a unas urnas, con personas gestionándolas, con unas papeletas, con mascarillas, con interventores, bolígrafos y recuentos que no darían abasto, con el gel que tuviesen, para ayudar a las veinticinco mil personas distribuidas en varias urnas. Si el proceso fuera a lo largo de varios días, sería peor, más riesgoso porque, aunque no sé nada de epidemiología, hago caso a lo que me indican juiciosos colegas de esas áreas.

Concluyendo: como quiero votar en estas elecciones, pido a las autoridades académicas de la Universidad en la que trabajo y he trabajado bastantes años, que el voto telemático sea la alternativa real a las elecciones próximas al rectorado, si la pandemia sigue, si la tristeza sigue, si la impotencia sigue.

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