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Rogelio Fenoll

Otra injusticia

La comunidad científica española está decepcionada, dolida, enfadada. Tener el premio Nobel al alcance de la mano y verlo pasar es duro y, en el caso de Mojica, injusto. La historia de estos premios está plagada de notables errores, por los elegidos y por los olvidados. Los galardones de la Paz y el de Literatura son los más propensos a la polémica, pero las injusticias afectan por igual a los premios científicos, aunque no traspasen la paredes de universidades y laboratorios. En el caso del microbiólogo alicantino, la decisión golpea en la misma herida que abrió el Princesa de Asturias hace cinco años, cuando el galardón de Investigación Científica recayó en Charpentier y Doudna, dos científicas que un año antes reconocían (está en las hemerotecas) que sin el trabajo de Mojica no hubieran podido avanzar en sus investigaciones.  

 El error de aquel jurado desató una ola de reconocimiento internacional hacia Mojica que aún dura. El principal asesor científico de Obama lo propuso para el Nobel. En su provincia se le distinguió con el Importante de INFORMACIÓN, el Premio Balmis del Club Rotary y el Alberto Sols. Un jurado de 23 premios Nobel le concedió el Jaime I y la Fundación BBVA trató de arreglar el desaguisado otorgando a Mojica, Charpentier y Doudna el Fronteras del Conocimiento. Al año siguiente obtuvo el Albany, el más importante de EE UU en investigación médica, también por sus contribuciones al desarrollo del CRISPR/Cas9, que compartió con Charpentier, Doudna, Luciano Marraffini y Feng Zhang, además del premio Fundación Lilly, el Plus Alliance a la Innovación Globa en Londres y de ser nombrado honoris causa por tres universidades. La lista completa de premios no cabría aquí.

Mojica sabía que tarde o temprano el CRISPR obtendría el Nobel, que Charpentier y Doudna eran las favoritas y que el tercer puesto del podio podía estar más disputado, porque otros científicos también observaron hace años las repeticiones en las secuencias de ADN de las bacterias, pero a diferencia de estos, que abandonaron pronto esos trabajos, solo Francis Mojica se adentró durante una década en sus mecanismos y dio nombre al CRISPR. Como dijo ayer el científico César Nombela, «desde Adán, dar nombre a las cosas es signo de posesión y dominio» y hoy ese acrónimo es el más mencionado en la literatura biomédica. 

El jurado sueco ha traicionado la lógica de sus premios, a la que se ajustó esta semana con los de Medicina y Física, esto es, reconocer a quien identificó o descubrió pimero, a quien luego desarrolló el hallazgo y a quien lo perfeccionó o aplicó, tres personas en cada modalidad, pero España hace tiempo que dejó de tener la suerte de cara.

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