Los participios que adjetivan las aguas poseen etimologías latinas, ambos llevan el prefijo “re” (expresivo de cambio, mudanza o renovación) y la copulativa une aquellas, más que como análogas o semejantes, por un destino común, el de la reutilización, unas y otras se vuelven a usar para riego. Resucitar, de “resucitare”, significa volver a la vida, renovar, resurgir, dar nuevo ser a una cosa. Llamadas en la Vega Baja, por contraposición a las claras o vivas, muertas las drenadas por la red de avenamiento; les conviene la denominación de resucitadas cuando son utilizadas de nuevo, y en este sentido reviven, para riego. El calificativo de regeneradas procede de “regenerare”, o sea, dar nuevo ser a una cosa que degeneró, restablecerla; parece conveniente y proporcionado nombrar así la recuperación de las aguas residuales sometidas a tratamientos muy completos; regenerar supone, respecto de depurar y purificar, un proceso más complejo e intenso, un mayor grado de perfección y también un mejor resultado: la EDAR de Benidorm, cuyo terciario avanzado incluye ultrafiltración y ósmosis inversa, va mucho más allá de la mera depuración, logrando un efluente de extraordinaria calidad. Acabamos de anticipar que, a la hora de hablar de reutilización del agua, hay en tierras alicantinas, incluso para el conjunto de España, dos ejemplos prototípicos, de singular interés: el multisecular, y sumamente eficiente, de aguas resucitadas en la Vega Baja del Segura; y junto a él, en la impar historia hidráulica alicantina, uno de última generación, las aguas regeneradas de la Marina Baja, con la conciliación armónica de usos agrícola y urbano-turístico del recurso.

No resulta exageración alguna, todo lo contrario, encarecer la extraordinaria importancia de las aguas resucitadas en el riego de la Huerta del Bajo Segura: al margen de las turbias de avenida, las claras o vivas que acceden a la Vega por el río conocerán, cuando menos, tres ciclos; avenadas o muertas tras el primero, revivirán para el segundo, y así sucesivamente. En efecto, el vasto y grandioso edificio hidráulico de la histórica Huerta de Orihuela, el más extenso regadío tradicional en la seca Región climática del Sureste Ibérico, está constituido por la reiteración del módulo riego-drenaje; con el regreso a la red de distribución, por una u otra vía, de los retornos que reúnen las redes de avenamiento (escorredores, azarbetas o landronas, azarbes o meranchos, azarbes mayores, azarbones en algún caso). A los efectos que ahora interesan, comencemos por advertir que todas las aguas epigeas no llegan al susodicho regadío a través del curso fluvial: algunas son aguas muertas conducidas por azarbes de la vecina Huerta de Murcia, como el del Norte, que alimenta la acequia oriolana de las Puertas de Murcia; más entidad aún posee el Reguerón del Riacho que, con la mayor red de avenamiento de su margen derecha, alcanza el Bajo Segura como Azarbe Mayor de Hurchillo. Acabamos de aludir a dos hechos de la mayor trascendencia en esta intensa y singular reutilización del agua: hay acequias madres o mayores, como la citada de las Puertas de Murcia o la de Mudamiento que no toman agua del río, sino de los azarbes. Advirtamos, por otra parte, que, en el mejor de los casos, de los ocho azudes que jalonan el Bajo Segura, solo en el primero, el de las Norias, cabe hablar de aguas vivas en sentido más o menos estricto; puesto que antes del segundo, el de los Huertos, desemboca en el Segura el Azarbe del Mancomunado, o sea, también el propio río resucita agua para riego. Recordemos asimismo que azarbes mayores (Abanilla, Mayayo, del Señor) asumen la doble función de avenamiento y riego. El antiguo coto de las Pías Fundaciones, integrado por los términos de las tres Villas Eximidas (Dolores, San Fulgencio y, hoy en Crevillente, San Felipe Neri), más de 4.000 hectáreas, está regado casi en su totalidad con aguas muertas. No olvidemos tampoco la elevación y trasvase de aguas muertas a la segregada cuenca del Vinalopó (Nuevos Riegos El Progreso, Riegos Levante-Margen Izquierda). Los ejemplos se podrían multiplicar, pero bastan, por su entidad, los expresados para proporcionar una idea, siquiera sea aproximada, de la insólita significación de la multisecular reutilización del agua para riego en la Huerta de Orihuela, Vega Baja o Huerta del Bajo Segura.

El año 1969, ápice de casi un lustro de sequía, cuando solo la actitud previsora y prudente de la Comunidad de Regantes del Canal Bajo del Algar, mediante la compra de aguas de pozos, salvó a Benidorm del desabastecimiento; resultó, por la situación límite vivida, sumamente fructífero y marcó, por la respuesta de la propia Comunidad, un hito decisivo en la diacronía hidráulica de la Marina Baja, generando un conjunto de iniciativas y reivindicaciones de la mayor significación para la gestión integral, sostenible y armónica de los recursos hídricos, convencionales o no. Y, en cuanto a estos últimos, la susodicha Comunidad solicitó a la Confederación Hidrográfica del Júcar un proyecto para la depuración de las residuales de Benidorm. Una década después (otoño de 1978), en el episodio de sequía célebre por la transferencia naval de agua al gran núcleo turístico, se volvió sobre ese aprovechamiento y un año después el referido proyecto estaba ultimado. En 1990 se formalizó el convenio entre el Ayuntamiento de Benidorm, Comunidad de Regantes del Canal Bajo del Algar y Consorcio de Aguas de la Marina Baja en cuya exposición de motivos se hacía constar el propósito “de hacer posible que la Comunidad de Regantes del Canal Bajo del Algar utilice las aguas procedentes de la Estación Depuradora del Ayuntamiento de Benidorm… Las aguas limpias que, como consecuencia de ello quedarían liberadas serían utilizadas por el Consorcio para el abastecimiento”. Era un paso decisivo, y pionero en España, para lograr una gestión íntegra y óptima del agua; iría seguida de otros, hasta obtener un efluente de excepcional calidad, plenamente satisfactoria para riego. Las residuales recicladas constituyen piedra angular de los acuerdos que el Consorcio mantiene con los regantes, particularmente con el Canal Bajo del Algar, que, como se ha indicado, con actitud generosa e inteligente, cede agua blanca a cambio de la regenerada en la EDAR de Benidorm. Esta planta, inaugurada en 1984, fue ampliada y perfeccionada, en 2006, con la incorporación de terciario avanzado, dotado de ultrafiltración y ósmosis inversa; atendida la necesidad de corregir la elevada conductividad que conllevaban, antes de su desalación, las aguas de la citada EDAR.

En la Marina Baja, el difícil desafío de compaginar el extraordinario desarrollo turístico y urbano de la franja litoral, con el boom de Benidorm desde los años sesenta, y unas disponibilidades hídricas exiguas e irregulares, ha recibido la cabal y certera respuesta de una planificación hidrológica imaginativa y técnicamente bien resuelta -un sistema por entero artificial y, sin embargo, completamente respetuoso con el medio-, que supone sustancial mejora en la regulación de caudales epigeos, explotación muy cuidada y vigilante, sometida a riguroso criterio de sostenibilidad, de los campos de pozos y, muy destacada, por sus características y consecuencias, la reutilización de aguas residuales; asistido todo ello de conducciones generales que permiten la simbiosis de dos circuitos independientes -los de aguas blancas y recicladas-, llamados a funcionar, con suma flexibilidad, al compás del año pluviométrico. Los contrastes anuales, a veces muy acusados, dependen de la irregularidad pluviométrica: en años lluviosos, los volúmenes distribuidos por el Consorcio de Aguas de la Marina Baja, para abastecimiento y riego, provienen, sobre todo, de ríos (Algar-Guadalest y Amadorio-Sella) y manantiales (Fuentes del Algar). Situación opuesta se plantea los años secos, con fuerte protagonismo de las aguas regeneradas y de las hipogeas de pozos. Las aguas regeneradas constituyen la referencia más novedosa y singular del conjunto de recursos convencionales y no convencionales movilizados, en proporciones variables y cambiantes, a tenor de la circunstancia hidrológica. Este original y logrado planteamiento, nacido de la conjunción de acendrado saber empírico y capacidad técnica es fruto de la prolongada, leal y recíprocamente provechosa cooperación entre la Comunidad de Regantes del Canal Bajo del Algar y el Consorcio de Aguas de la Marina Baja; por lo demás, creciente o levadura de convenios y acuerdos que proliferarían con otras comunidades de regantes.

En resumen, una serie de actuaciones hidrológicas que han permitido enfrentar, con indudable éxito, uno de los mayores desequilibrios en territorio español entre disponibilidad y demanda hídricas, evidenciando cómo una gestión adecuada y las infraestructuras precisas, que, integradas en un sistema global de telemedida y telemando (Estación de Bombeo del Algar), procuran flexibilidad excepcional para el manejo acabado y óptimo del recurso, pueden propiciar el acuerdo entre usuarios cuyas posturas parecían, en principio, contrapuestas e inconciliables. De la impar historia hidráulica alicantina no desmerecen, bien al contrario, los logros de los últimos cuarenta años en la Marina Baja. Con el problema hidrológico de España por resolver, estas enseñanzas quizá pudieran extrapolarse, con provecho, a dicho efecto, si algún día se recupera el horizonte hídrico nacional y prevalece el interés general del país.

Parece conveniente, y hasta necesario, traer a colación las aguas resucitadas y regeneradas, por lo que subyace tras ellas, el esfuerzo sobrehumano y el sacrificio de muchas generaciones de agricultores, la inacabada lucha por y frente al agua (“El que está a la cola, se seca o ahoga”); máxime cuando, a pesar de una realidad tan rotunda y concluyente, no faltan quienes, a voz en cuello o, lo que aún es peor, con decisiones infundadas y dañinas, proclaman que aquí, en las tierras levantinas, se derrocha el agua.