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Manuel Alcaraz

La plaza y el palacio

Manuel Alcaraz

Mazón: el vacío como realidad

El presidente de la Diputación, Carlos Mazón

Bosteza de política banales

dicterios al Gobierno reaccionario,

y augura que vendrán los liberales,

cual torna la cigüeña al campanario.

(Antonio Machado)

Sigo con fascinación al opositor Casado en su capacidad de decir errores, tergiversar datos, proferir acusaciones infundadas. Parece que hubiera estudiado pero que acabó poco. Como si sólo se supiera el abecedario hasta la p, o las tablas de sumar hasta el 7. No digo que eso, ahora, sea un problema grave para su oficio. Con cada desliz sube a la montaña rusa de las redes, cada barbaridad es tomada por feliz bravuconada por los fieles. Tendrá un asesor que le prohíbe leer: tensa mejor quien carece de conciencia de sus limitaciones que el que está pendiente de no cometer errores. Lo mismo no es bueno para la democracia, pero eso, por ahora, no importa.

Así que trajeron a Casado a Valencia, a consagrar a Mazón como alternativa a la Presidencia de la Generalitat. Y se ve que le hablaron del problema de la infrafinanciación, palabra difícil para su oratoria basada en el desparpajo y el atropello de frases. Como se trata de negar cualquier bondad -por relativa que sea- a los otros, fue y prometió restablecer un antiguo sistema de cálculo… que supondría que este año percibiríamos 374 millones menos. El veïnat agraït, compare te has lluït¡ La cosa podría ser anecdótica si no fuese porque el PP ha tardado años en incorporarse plenamente a la lucha por la financiación justa, siempre actuando con tacticismo deplorable. Así empieza Mazón su carrera. De obstáculos, cuando es más de metros lisos. Brindemos por la nada desde la nada y que empiece el espectáculo. Por eso disfruté leyendo la entrevista que le hicieron para Información y Levante, aunque a la mitad me asusté y abrí un grifo, porque creí que ya no tenemos ni gota de agua, que del enemigo ni agua, y que estamos al borde de la muerte. A la vista de que aún fluye me tomé una cerveza para celebrarlo -no desperdiciemos agua en brindis- y seguí leyendo “El mundo según Mazón”.

Con lo del trasvase podemos estar de acuerdo, siempre que aprenda a ocultar el deseo de acaparar la verdad y las medallas, que es muy molesto. Pero, aparte de eso, lo que más llama la atención es su reiterada aspiración a que dos ex Presidents, Zaplana y Camps, superen sus problemas judiciales. Toda la arquitectura del discurso no se explica sin estas benévolas pretensiones. Porque intenta legitimar su ascenso recuperando un pasado de gloria, arrogantemente convencido de que los años de Botànic no dejan de ser un penoso accidente, una anomalía. Pero esos capitanes, y Olivas, y el compasivo Blasco, y varias decenas más de altos cargos, no se vieron en un brete moral o/y jurídico por aparcar en lugar prohibido. Si el PP protagonizó tal oleada de corruptelas y despilfarros fue porque promovió un modelo de crecimiento y de apropiación de las instituciones que facilitaba sobremanera los desvíos, las componendas con amiguitos del alma como estructura de circulación del poder. De eso nada hay en la entrevista. Se nos exige que olvidemos sin escuchar palabras creíbles de perdón del candidato a una Comunidad que devino en vergonzoso sinónimo de corrupción. Perdón que debe consistir en asegurar que tiene otro modelo, algo difícil si reivindica la época de Zaplana. Mientras la Kitchen y otras desventuras siguen vivas. Todo se limita, pues, a reiterar la bondad de un modelo turístico que el PP confundió con el ladrillo infinito. Nada sustancial sobre diversificación económica, industrialización, innovación, universidades o la emergencia de otros modelos de creación de riqueza. Nada de reparto de riqueza o de equilibrios interterritoriales.

Nada, en fin, de un modelo de Comunidad. Que es lo que se espera de un President. Eso y apuntar un modelo de Estado en el que la Comunidad se sienta cómoda -incluyendo la relación con la UE-. Aquí sólo usa del agravio condicionado y promete ser combativo mientras la izquierda esté en La Moncloa. Nada de reformas estructurales del sistema autonómico. De infrafinanciación ya vemos lo preparados que venían. Eso sí: hay que copiar a Ayuso. Lo que es cínico: el Madrid chulesco y tunante que ahora toma el PP como esencia de España sólo puede funcionar en Madrid, por sus beneficios económicos insolidarios, por la radialidad congénita del Estado y por la renta de capitalidad. Si todas las Comunidades fuéramos como Madrid, España colapsaría.

Intenta ser original y habla de valencianismo y de cuestiones sociales. Mas su valencianismo es tan tibio, distante, alejado de cualquier identidad que podamos compartir, que es puro agregado de voluntades municipales. Y, de fondo, la convocatoria de conflictos en materias como la lengua. En otras cosas Mazón y el PP tienen puesta su fe en Vox. Saben que sólo gobernarán con Vox y que pueden prometer lo que sea, que ya tendrán tiempo de decir que no pueden avanzar o que deben derogar normas porque Vox se lo exige. He oído esta semana a Feijóo -que tiene mayoría absoluta- marcar las diferencias del PP con Vox -autonomismo, europeísmo, Derechos-. Eso no lo dirá Mazón. Esa es la cuestión: decir que otros también pactan es una obviedad, la cuestión es dar por sentado desde el inicio de la partida que pactará con un partido que reza a la Constitución pero que insulta, veja y escupe sobre sus principios, su letra y su espíritu. No para reformarla, sino para diluir la esencia de la legitimidad democrática. Mazón sabe que una buena parte de su programa se lo escribirá la ultraderecha. Y seguramente no le parece mal: menos problemas en el complicado terreno de las identidades y las luchas culturales. Su liberalismo es así: pedir el voto para que la ultraderecha iliberal llegue al poder y ponerlo como ejemplo máximo de tolerancia. Con Vox cogobernando es muy fácil ser de centro.

Dicho todo lo cual, de la entrevista opino, como antes dije de Casado, que puede serle de utilidad: el consumo inmoderado de palabras para enmarcar y oscurecer el vacío de ideas está de moda. No precisa describir una realidad futura. Se trata ahora de remodelar al adversario para ir convirtiéndolo en un enemigo contra el que todo valga el día de mañana. Ahora sólo falta que la izquierda se de cuenta del truco y además de gestionar haga política y reencante con sus mensajes. Y que el Botànic recuerde un principio básico: las cosas buenas sólo les ocurren a los que saben contarlas.

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