Los tres oros de nuestra delegación han sido en tiro, kárate y, por último en escalada, es decir dificultad manifiesta para poner pies en polvorosa. Un pelín tensos igual sí que andamos.

  La prueba es que la 1 ha pasado un par de semanitas con esa parrilla entre el salto por los aires del programa precedente ante la denuncia de externalizar informativos y el revuelo respecto al retorno con un espacio pueril en el que anunció su cupo el controvertido psicólogo Rafael Santandreu, uno de cuyos logros ha sido al parecer recomponer a Paz Padilla. Nunca tan poca chicha originó este jaleo, incluído el escaso oro conquistado.

  El tal Santandreu no se cortó en adelantar su presencia, lo que provocó cierto estallido en las redes ya que buenas son ellas. Para este terapeuta, «la depresión te la provocas tú, solo si te esfuerzas mucho conseguirás deprimirte». Y luego se gasta alguna que otra tesis revisionista como la referida a Hitler sobre quien remarca que «era un ser al que hemos de darle aceptación incondicional y enviarle amor. Vale que estaba loco, pero su potencial era maravilloso». La pública ha desmentido semejante participación porque, entre externalizar lo otro e interiorizar esto, probablemente haya un término medio. Ni que decir tiene que estamos ante uno de los autores más populares en su especialidad. No si aquí el que lo tendría jodido para publicar sería el manco de Lepanto.

  En vez del susodicho quien acudió fue Dyango con vistas al festival de Benidorm, ese que próceres de todos los colores en estas latitudes tratan de arrancarlo. El alcalde de la villa tuvo que sacar el capote porque, para el cantante catalán, la edición del 77 que ganó fue una vergüenza tras cuestionar el público la canción, recibir el trofeo a hurtadillas y recoger el equipo técnico de teuveé el escenario mientras  repetía «Si yo fuera él». Como nadie lo sacaba de ahí, al ser preguntado si le hacía ilu el retorno del certamen contestó que le daba igual. Pues lo cierto es que, un buen especialista, faena habría tenido.