Se le conoció y se le sigue conociendo como Moscú, no alcanzó a tomar el Palacio de Invierno, pero sí tomo algunos de los palacios alicantinos para reformarlos.

Antonio Fernández Valenzuela es un genuino representante de la hoy, por algunos, denostada transición del 78, a nivel local y provincial. Fue el hombre que supo ver lo que nos acontecía y, con su pragmatismo, enfocar sus acciones al bienestar de sus conciudadanos.

Con su presidencia de la Diputación de Alicante (1983-1991) reformó el Palacio de la Avenida de la Estación, no desde el punto de vista edificatorio (que también en algunas de sus dependencias como el Salón de Plenos) sino modernizando la institución para adaptarla a los retos que tenía que afrontar. La dotó de medios físicos y humanos y es aquí donde supo crear equipos, tanto políticos como técnicos, que pusieron a la Diputación entre las destacadas de estas administraciones en España.

No se olvidó de la cultura y en ese periodo también reformó el Palacio del Conde de Lumiares o Palacio Gravina, convirtiéndolo en el archivo histórico provincial en su tránsito a sede de la pinacoteca provincial como Museo de Bellas Artes Gravina (MUBAG).

Años después, entre 2002 y 2009, puso su empeño en reformar otra institución, en este caso la Cámara de Comercio, Industria, Servicios y Navegación de Alicante y, volviendo a repetir el esquema, consiguió modernizar, dinamizar y poner a la Cámara de Comercio en el lugar que le correspondía, dado el peso de nuestra provincia en el PIB español. En este caso la reforma llegó también de pleno a lo constructivo y transformó el Palacio de los Condes de Soto Ameno (conocido como El Palas) en el emblemático edificio de la Cámara alicantina.

Sin entrar en sus muchos logros en una y otra institución, que han sido enumerados en muchas otras ocasiones, yo me quedo con el factor humano, el grupo de hombres y mujeres que logró fidelizar en torno a él y que luego han tenido y tienen un papel relevante en la vida política, económica y profesional de nuestra provincia.

Es ahora, y quizá por su demasiada pronta desaparición, cuando están surgiendo los homenajes y agradecimientos antes no muy bien entendidos. Espero que el gran reconocimiento que hoy supone el denominar el Hogar Provincial, Hogar Provincial Antonio Fernández Valenzuela, sea el inicio de más reconocimientos por parte de otros Organismos.

¡Ah! le quedó pendiente, cosa que le habría gustado, reformar el Palacio Consistorial.

Pero no se entenderían estas líneas si además del “Reformador de Palacios” tras su paso por las entidades que presidió no mencionase lo que considero su mayor legado, el personal, el que ha dejado huella en los que lo conocimos, el Antonio marido, padre, amigo. Su gran personalidad, su carisma, su liderazgo y su sentido de la amistad son rasgos que no podremos olvidar.