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Lorena Gil López

A contracorriente

L. Gil López

No soy moderna, pero la quiero

Inoculación de la segunda dosis de la vacuna de Pfizer para los sanitarios del centro de salud de Lo Morant RAFA ARJONES

Estaba yo tranquilamente sentada en la terraza de una cafetería desayunando cuando escuché a mi espalda a dos personas hablando sobre la vacuna.

- «Le han vacunado ya?, preguntaba un hombre.

- «Sí, me la pusieron la semana pasada», explicaba la mujer, que pasaba de los 70 años.

- «¿Y qué le han puesto, Moderna o Pzifer?».

- «No sé, una vacuna».

- «¿Pero no le han dicho cuál? ¿Es de Moderna?», insistía él.

- «No sé, yo es que moderna no soy», explicaba ella, mientras yo casi tiro el café por la boca ante la sincera respuesta.

Recordé entonces cómo estábamos hace poco más de un año, cuando estaban las farmacéuticas haciendo ensayos sin parar y había mucha gente reticente que decía que no se quería vacunar, que no podía ser tener una vacuna tan pronto.

Después llegaron las dosis y la esperanza, y nos lanzamos a vacunarnos, emocionados por tener algo a lo que agarrarnos ante este traicionero virus, que te coge cuando menos te lo esperas.

Y aquí estamos, con los contagios aumentando poco a poco, con los reacios a ponerse la vacuna y los negacionistas de turno, mientras los expertos instan al presidente Puig a dar un paso al frente y que exija el pasaporte covid para entrar en bares, restaurantes o zonas de ocio. ¿A qué esperar? No vayamos otra vez por detrás del virus, hay que tomar de nuevo las riendas y poner en marcha medidas para seguir combatiendo el covid.

El viernes me puse la vacuna de refuerzo en el Hospital de Alicante. Tras el pinchazo, pregunté a las sanitarias cuál me habían puesto. «Moderna», me dijeron. Me acordé de la señora de la cafetería y no pude evitarlo: «Muy moderna no soy, pero lo que cuenta es vacunarse».

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