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Tomás Mayoral

La tasa turística y la llave inglesa de Colomer

Alejandro Soler, en las instalaciones de INFORMACIÓN en Alicante.

El Consell ha conseguido cabrear seriamente a todo el sector con la tasa turística. Si dijera irritar me quedaría corto. De ahí lo de “cabrear”. El cabreo es un enfado de recorrido más profundo y con tendencia a exteriorizarse. El sector turístico siempre lo ha compuesto gente belicosa en la defensa de lo suyo, pero más inclinada a irritarse (la irritación es un enfado más de puertas para adentro) que a montar frentes de resistencia públicos como el que ha apadrinado Hosbec y que ha logrado la friolera de 1.400 adhesiones en 24 horas. Con las bendiciones de la CEV y con un aliado estrella que sigue sin callarse y sin que le callen: Francesc Colomer, el secretario autonómico de Turismo. Colomer, el conseller sin cargo pero con más peso específico que otros ungidos con él, siempre ha tenido un pie en cada mundo, que es como Ximo lo ha querido: tan cercano al sector que casi se confunde con él pero, hasta ahora, también un hombre sereno y fiel a su posición institucional. Hasta ahora. Como seguramente le ha pasado a Toni Mayor, a Colomer lo de la tasa turística le sentó como una puñalada trapera de esas que no se perdonan porque no se esperan. Y aún no lo ha digerido. Ayer volvió a demostrar que lo suyo es de otro mundo (político) y se sumó sin titubear a la iniciativa de Hosbec. El hombre que tenía un pie en cada mundo ha puesto los dos dentro de los intereses del sector. ¿Alta traición? Se preguntarán ustedes cómo es posible que, desafiando a Puig y a su componenda de contentar a sus socios con la tasa turística, Colomer no haya sido cesado o haya dimitido. Pues no ha pasado porque simplemente no puede pasar. Puig necesita arreglar las cosas con el sector turístico urgentemente y Colomer, es el único que puede tapar esa vía de agua. Nunca se tira una llave inglesa que necesitas para apretar las tuercas porque te hayas pillado un dedo. La culpa no suele ser de la llave inglesa…

Cuando Garri Kasparov aún le ganaba a Deep Blue, el superordenador que creó IBM para revolucionar la historia del ajedrez, siempre decía que a la máquina le faltaba sentir la amenaza, el peligro de perder, y que eso impedía que activara ese plus que el riesgo despierta en los humanos y les hace ir más allá. Pero Kasparov acabó perdiendo con la máquina, que debió aprender a digitalizar el miedo. Algo parecido le pasó a los “ximistas”, un nombre horroroso pero que todos usamos ya para calificar el sector oficial del PSPV, cuando cayeron inopinadamente derrotados por Alejandro Soler en las primarias provinciales del partido. El aprendiz de brujo le robó la cartera a algún hechicero de rancio abolengo porque el oficialismo, como le pasaba a Deep Blue, no percibió que podía perder. Soler peleó, él sí, sabiendo que solo le valía la victoria, y usó mejor las armas que en el otro lado llevan décadas usando. En el amor, en la guerra y en las primarias socialistas todo vale. El caso es que al día siguiente Soler se vino arriba y con ese relajo etéreo que a algunos les dan las ondas de radio, cesó un par de alcaldes (alguna sin haber alcanzado el cargo), media docena de portavoces y un propio que pasaba por allí. ¡Y aún ni siquiera estaba nombrado! Ximo le llamó al orden y Soler ha debido entender que hay que frenar un poco. Léanse la entrevista con él de María Pomares que publicamos hoy y verán que parece otra persona. Los tres alcaldes han sido restituidos en sus cargos (o proyectos), los portavoces siguen firmes en sus puestos y hasta al propio le han devuelto su categoría. No hay que ser ingenuos: confundir a este Soler con el verdadero Alejandro sería un espejismo. Pero hay que entender que ahora es él el que no puede olvidar el riesgo, porque a partir de este fin de semana notará como el "Deep Blue" del aparato oficialista del partido le mira y aprende. Jaque.

 Y una cosa más:

La patronal de Obras Públicas (FOPA) compartió ayer un cálculo sorprendente. Nada más y nada menos que 32.000 trabajadores va a necesitar la construcción en la provincia durante los próximos cinco años. No hablamos de “espontáneos” que se tiran al ruedo de la obra con oportunismo, sino personal con un grado alto de especialización que, ahora mismo, no tenemos aquí. O lo traemos de fuera o empezamos a formarlo. No queda otra. 

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