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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

En torno a la agitación

Fotograma de ‘La peor persona del mundo’.

Quedamos para ver «La peor persona del mundo». Con este reclamo hay que tener ganas. Pero no. Se trata de un viaje al interior del alma treintañera y su correspondiente tute de dudas ideado por la cabecita inquieta de todo un cuarentón noruego que se ha echado a la espalda cinco largometrajes con un imán que te impide despegarte. En «El amor es más fuerte que las bombas», Joachim Trier encoge el aliento con el vuelo que realiza sobre el personaje de Isabelle Huppert, experta en darte la tarde, y la agitación que provoca alrededor. En esta ocasión recrea a una afamada fotógrafa de guerra, tocada del ala, a la que el gran Gabriel Byrne, su marido, le ensalza antes de embarcar el trabajo que esa mañana lleva el diario mientras que ella observa con el rictus amargo cómo el de la mesa cercana pasa la página sin detenerse a punto como está de volver al frente a jugarse el pellejo.

 En la cocina de casa se da cita un trío de treintañeros a tomarse una cervecita e intentar poner en orden las piezas del desbarajuste que nos tiene a todos en un ¡ay! Uno de ellos, chileno, es un fabulador nato con cierto reconocimiento literario y está que se fuma encima porque a cada minuto es más difícil contrastar. Le fastidia no poder ver ni «Russia Today» cuando Occidente otorga sus bendiciones a la Fox. Aunque no hubiesen nacido como es el caso, los sudamericanos saben que a la hora de nombrar a Kissinger no estamos hablando de un prota de ficción y lo llevan grabado a fuego. Quien anda cometiendo la aberración a día de hoy se sabe quién es y hasta en el título de Trier se señala, pero lo que cuesta más es descifrar porqué se ha llegado a esto. El profe de Geografía Humana, Joan Romero, alerta al respecto en uno de esos análisis que son de agradecer cuando señala que «nunca sabremos si la situación en Europa podría ser distinta en caso de haberse respetado los compromisos asumidos tras la implosión de la URRS». Que la generación que acaricia los puestos claves indague en las razones anima. Para qué voy a engañarles yo también.

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