Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

Una guerra a dos niveles

Joe Biden. EFE

En Ucrania se libran actualmente dos guerras o, si se prefiere, una guerra a dos niveles: la primera, una guerra de tipo tradicional, enfrenta al invasor ruso con una resistencia con la que ése no parecía contar.

La segunda, que se puede calificar de “geopolítica”, tiene como protagonistas, por un lado, a la Rusia de Vladimir Putin y, por el otro, a los Estados Unidos del demócrata Joe Biden.

La primera de ellas es mucho más visible que la segunda, pero no le resta a ésta realidad, opina Richard Falk, profesor emérito de de derecho internacional de la Universidad de Princeton (EEUU) en un artículo publicado en la revista digital Counterpunch.

Y es precisamente la guerra geopolítica o estratégica entre dos potencias muy distintas en potencial económico, aunque igualadas por el armamento nuclear y que luchan por sus respectivas zonas de influencia la que hacen mucho más peligroso el conflicto.

Según Falk, el presidente de Estados Unidos, Biden, ha recurrido a una retórica peligrosamente agresiva contra el Kremlin, lo que dificulta una solución diplomática que ponga fin cuanto antes a la insoportable carnicería a la que asistimos diariamente como espectadores.

La guerra geopolítica ha sido hasta ahora sobre todo una de tipo ideológico, aunque reforzada por el envío masivo de armamento a Ucrania y la aplicación de durísimas sanciones contra Rusia que tienen como objetivo paralizar su economía y, si es posible, descabalgar del poder a Putin.

Esto último lo insinuó el propio Biden cuando dijo en Varsovia que ese hombre, al que calificó justamente de “carnicero”, no podía seguir ni un momento más en el poder.

Pero la Rusia de Putin no es ni mucho menos el Irak de Sadam Husein o la Libia del coronel Gadafi, y el propio equipo que rodea al presidente se sintió obligado a matizar sus palabras, explicando que no se buscaba en Moscú “un cambio de régimen”.

En cualquier caso, la dura retórica atlantista, inspirada directamente por Washington, llevó al Kremlin a amenazar con el recurso en caso extremo al arma nuclear, lo que algunos han desestimado como simple chantaje.

EEUU, en cualquier caso, no tiene prisa y sólo procura evitar una escalada, ocupándose de que la guerra quede circunscrita a Ucrania y no se vea directamente involucrado ningún país de la OTAN porque ésta se vería obligada entonces a intervenir en su ayuda.

Considera Washington que Rusia está ya sufriendo en sus propias carnes las consecuencias de haber calculado muy mal la voluntad y capacidad de resistencia del pueblo ucraniano.

Si la guerra se prolonga lo suficiente, parece creer EEUU, Rusia, totalmente humillada, no tendrá más remedio que reconocer que ha perdido su apuesta al invadir ilegalmente Ucrania.

Y ello, deben de pensar las estrategias que rodean a Biden, convencerá de paso a Pekín de que no le conviene alinearse en el futuro con Moscú.

El problema es que, como señala el citado profesor emérito de Princeton, los arquitectos de la “guerra geopolítica” hacen sus cálculos de pérdidas y ganancias utilizando una óptica exclusivamente militar.

Y no parecen preocuparse para nada de las consecuencias no ya sólo en pérdida diaria de vidas humanas, sino también las de tipo económico no sólo para Europa sino, en materia de seguridad alimentaria, para otras regiones del mundo como O. Medio o África.

A todo lo cual hay que sumar el riesgo tremendamente real de escalada del conflicto cuando no deja de llegar a Ucrania armamento de los países de la OTAN sin que nadie pueda descartar en ningún momento un accidente o una temeraria provocación.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats