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Tomás Mayoral

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La caja de Pandora de la "desconcentración"

La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, durante la comparecencia posterior al Consejo de Ministros de este 31 de mayo de 2022, en la Moncloa. EP

Si hemos de hacer caso al mito de la caja de Pandora, hay melones que es mejor no abrir si no estás seguro al ciento por ciento de qué vas a encontrarte en el interior. El de la descentralización, “desconcentración” reza ahora el neologismo de esa vieja novedad que ha sido, toda la vida de Dios, eso de intentar llevar el centro a la periferia (o las periferias), es sin duda uno de ellos. No es cuestión de “presumir” o “carecer”, como en el refrán, sino de que tal vez lo que pides es justo lo que no estás dispuesto a dar. Y eso hay que tenerlo en cuenta antes de meterte en faena. Cuando ayer vimos en INFORMACIÓN el mapa de la propuesta contenida en el seminario “España polifónica y desconcentrada” (empezamos mal), que ha alentado Ximo Puig para hacer lobby y “levantarle” a Madrid nada más y nada menos que diez sedes de destacadas instituciones, con el ánimo alegre y combativo de salpimentarlas por los distintos solares autonómicos, hay quien se quedó ojiplático. Muchos, sobre todo desde Alicante, aplaudieron primero la iniciativa, pero luego continuaron con el lógico “Muy bien pero, ¿qué hay de lo mío?”. Porque visto desde València, llevar allí la sede de Puertos del Estado puede parecer una cuestión justa y necesaria. Pero visto desde Alicante o desde Castellón la lógica de pretender “desconcentrar” concentrando aún más no se ve con demasiado ojo amigo. Es el problema de los melones con sorpresa. No se le puede negar a Puig haber sido el presidente de la Generalitat que más ha intentado hacer un (tímido) intento de descentralización dentro de la Comunidad Valenciana. Tanto fue el cántaro a la fuente en el intento de traer algo, más allá de ese numantino puesto del Sindic de Greugues al que alejaron más que traerlo, que hasta llegó Innovación y Universidades, la primera Conselleria alicantina de la historia. Después del numerito trilero de la AVI y de que la Conselleria de Turismo con sede en Benidorm quedara en nonato intento, era lo menos. Pero eso no quita para que, desde la periferia interior, sigamos recordando que esta es una las autonomías más centralizadas del país, de todo el país (léase España). Y que eso no lo han movido ni gobiernos del PSPV, ni del PP, ni Botànics varios. Abres el melón equivocado y desde Madrid te sueltan un revés que te deja en el sitio, como ayer dejó contundentemente claro la portavoz Isabel Rodríguez. Solo las instituciones de nueva creación son exportables. Pero de las vigentes y existentes, nada de nada. Buen intento, si el intento no se interpreta como un puñetazo al aire, que son los que más joden, con perdón.

Y una cosa más:

Un Mediterráneo a 30 grados centígrados, convertido en un segundo Caribe y en progresión de alcanzar los 36 grados que llegan a tener las aguas en el Golfo Pérsico. Más noches tropicales que en el Guadalquivir y una preocupante perspectiva porque después del calor sofocante vendrán las inevitables lluvias torrenciales. Las perspectivas que dejaban ayer un informe del Laboratorio de Climatología ya no pretenden alarmar a nadie, porque es solo la descripción de lo que puede convertirse en crónico cada verano. O incluso empeorar.

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