Uno de los grandes activos que Ximo Puig podrá presentar a Alicante cuando tenga que hacer balance será dejar Ciudad de la Luz encauzada para convertirse en el mayor centro de producción audiovisual de España y uno de los más grandes de Europa. Si se cumplen sus propias previsiones, que ayer desgranó en el Foro Alicante que organiza este periódico, habrá tenido dos méritos en la consecución de este objetivo. El primero, no perder la ilusión y haber aguantado el tipo cuando nadie daba un duro por este complejo, más concretamente cuando sólo daban 17 millones de euros por algo que había costado al bolsillo de todos más de 470, y lo más fácil era hacer lo que la Unión Europea exigía sin ningún rubor: cerrarlo. Y segundo, por haber sido especialmente diligente a la hora de devolver a la vida los estudios: de cumplirse sus previsiones, apenas 120 días después de levantadas las restricciones, el próximo mes de octubre, Ciudad de la Luz volverá a acoger una producción cinematográfica.

Esta es una historia de cine y Puig, empedernido cinéfilo, utilizó el cine para hablar de un lugar que debe volver a ser una fábrica de sueños. Es normal porque, si lo pensamos, la vida de Ciudad de la Luz es de película. Su historia comienza en unos estudios cinematográficos vacíos y condenados a desaparecer por un pecado inconfesable de su pasado y por el empeño justiciero de unos hombres de negro, ayudantes de un comisario que reza a San Mamés todos los días y que no conoce la piedad; pronto, un giro de guion nos devuelve la esperanza gracias a gente soñadora y a una comisaria de la Competencia danesa, con una vida política tan intensa que fue la base de una serie de televisión inolvidable que aún dura. Tras largos años del protagonista vagabundeando y saltando de un trabajo a otro, incluido uno en el que lucha contra una pandemia mundial, un cataclismo político final, bautizado con nombre de los carteles luminosos de salida, desactiva sin esperarlo al villano de la película, unos terroríficos estudios donde la Hammer rodaba con Vincent Price sus historias de miedo, y hace posible que nuestro héroe sea rehabilitado y pueda recuperar su vida.  No se quedó corto Puig al citar a Lawrence de Arabia cuando decía aquello de que “Las ilusiones pueden ser muy poderosas”.  Deben serlo. En un momento de todo este proceso solo hubo ilusión, que puede ser algo efímero en política pero es de lo que está hecho el cine. Decía Woody Allen que comedia es igual a tragedia más tiempo. Ha pasado el tiempo, diez largos años, cinco menos que la condena original, para demostrar que el final feliz a veces funciona. El cine ama las segundas oportunidades. Ciudad de la Luz merecía esta segunda vida que ahora comienza.

Y una cosa más:

Política es política como fútbol es fútbol. No hace falta ser Vujadin Boskov para saber que si te ponen a tiro derrotar a tu principal adversario empujando a las mallas el balón que, además, el portero rival ha dejado mansamente a tus pies, o lo haces o lo haces. Porque si no lo haces no mereces estar en política o jugar al fútbol. El equipo de gobierno del bipartito va a poner el dedo ejecutor apuntando hacia abajo, va a aceptar lo que dice el aún portavoz del grupo municipal socialista Sanguino y va a dejar fuera a Millana y Amorós de las empresas participadas y a los asesores señalados sin trabajo. Sanguino sigue sin dimitir, inmerso aún en su ya largo “día de furia”. Algún día se aburrirá de vengarse, porque es un plato frío y hasta con la que está cayendo hay que comer caliente de vez en cuando. Desaparecerá el causante, pero quedará patente la causa. 

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