El magreb, el mundo árabe, el mediterráneo están de moda. Se habla de los retos geoestratégicos y civilizacionales de este o aquel país árabe, de diálogo de culturas, de las relaciones norte-sur, de la "mediterraneidad". Un sinfín de organismos, institutos, ONGS y fundaciones españolas se proponen estudiar y analizar minuciosamente las vicisitudes políticas de un Marruecos en plena transformación antes controlado por un déspota iluminado, hoy dirigido por un joven monarca a quien le falta experiencia, o la revolución pacífica de una Argelia que lucha por conseguir una verdadera democracia, analizando el objeto de sus estudios con aires de entomólogos enterados.

Unos talleres bien documentados albergan unidades de investigación en las que rivalizan infinidad de especialistas del mundo árabe. Son dotados de una abundante y rica biblioteca que contiene las más recientes estadísticas, los más modernos análisis de eminentes sociólogos del Magreb y los estudios más científicos de grandes politólogos.

Pero yo, no soy sociólogo, ni politólogo...

Se reúnen y se invitan recíprocamente a congresos y jornadas donde debatirán sobre los desafíos y las perspectivas de la cooperación euro-árabe, los derechos de las mujeres musulmanas, las reformas constitucionales y las elecciones en Argelia, el nacionalismo en el Magreb contemporáneo, la primavera árabe o el islamismo.

Pero yo, no soy sociólogo ni politólogo. No pertenezco a ninguna asociación ni instituto de investigación sobre el mundo árabe.

Pero yo no soy sociólogo, ni politólogo... No soy miembro del círculo de estos ilustres investigadores...

Algunos han aprendido el árabe, un árabe clásico, literario que, por desgracia, no les sirve para nada en los suburbios de Argel, las calles del Cairo, o en la plaza Yamaa el Fna de Marrakech.

Artífices de opinión, especialistas en la materia, se les llama siempre que ocurra algo en el Magreb o en el mundo árabe. Acostumbrados a los medios de comunicación y sabiendo utilizar el verbo con arte y fluidez, darán entonces su opinión y debatirán con empeño, como expertos en el tema, en programas de televisión y periódicos.

Pero yo no soy sociólogo, ni politólogo...

No. Yo solamente he vivido y compartido las esperanzas, las aspiraciones, la adversidad y el fatalismo de muchos argelinos de los suburbios de Orán donde el agua sólo llega una vez por semana, donde se duerme prácticamente por turnos por falta de espacio en pisos de tres habitaciones en los que viven hacinadas familias de más de veinte personas.

No. No soy sociólogo. Sólo he vivido y he tratado con decenas de jóvenes desengañados, universitarios y licenciados en paro, cuyo único sueño es salir del país, cruzar clandestinamente el mediterráneo en barcas, aunque sepan que muchos se van a morir en el intento...

Por ello, he de decir que me parece que hay un enorme desfase entre esa trágica realidad, que es la de los que la viven, y las declaraciones o los análisis de algunos intelectuales que se limitan en teorizar sobre temas que, desgraciadamente, sólo conocen y enfocan desde un plano puramente científico, teórico y abstracto.

De hecho, lo que sucede es que, además de la ignorancia del hecho árabe, del desconocimiento de este mundo, del funcionamiento, a veces tribal de las sociedades árabes, unos criterios de análisis no operatorios, hay también una ausencia de respeto, de profundo afecto y amor hacia el mundo árabe, donde es necesario tratar de igual a igual al árabe y dejar de lado cierto paternalismo neocolonial.

En uno de sus textos (Cogitus Interruptus; Seix Barral,1999), Juan Goytisolo acierta completamente cuando escribe: "Esta vieja tradición hispana del saber oculto no murió como creen muchos con el fin de la inquisición, ni salvando de un vuelo más de un siglo y medio con el exit de Franco. Subsiste, disfrazada, con caracteres menos dramáticos, en numerosos departamentos de humanidades en los que la clerecía que los ocupa se aferra a conocimientos y métodos ya estériles y ve con alarma, como una potencial amenaza, cualquier innovación exterior"... y cuando esta amenaza se llama Muhammad o Alí, se convierte definitivamente en hostilidad, sobre todo si eres intelectual, piensas, escribes y publicas...