Hoy en día pasar un solo día sin tener contacto activo con algún sistema de navegación virtual, se convierte en todo un reto para la gran parte de la humanidad. Nuestra capacidad de procesamiento de la información está sensiblemente reconvertida, acumulando atracones en pequeños espacios de tiempo, lo que, sin duda, producirá algún tipo de síntoma a medio o largo plazo. Lo difícil es acertar con el tipo de consecuencias que tendremos en unos años.

El análisis que propone el pensador Nicholas Carr nos puede entreabrir alguna puerta sobre lo que está por llegar. En su recorrido desmenuza las formas de pensamiento social desde McLuhan hasta Internet, llegando a la inflexión de que la tecnología moderna está mermando poderosamente el curso del pensamiento humano.

El autor, no renuncia al uso y disfrute de las tecnologías de la información y la comunicación y lo que tienen de positivo, siendo al mismo tiempo taxativo con el lado oscuro de su repercusión en la simplificación del pensamiento individual y colectivo. Esta yuxtaposición de amor y odio es la configuración de una nueva etapa en la manera de entender la libertad personal y global.

Está muriendo la tradición de la lectura en silencio, sin estímulos distorsionadores que impiden una concentración óptima para el entendimiento y la reflexión de los contenidos de un texto cualesquiera.

Leer un periódico en papel hace que se focalice la atención en contraposición con la lectura animada a través de una pantalla que no deja elección porque son los mensajes los que buscan captar la atención del lector fulminando su voluntad con destellos, armonías, susurros o guiños que consiguen indefectiblemente capturarlo y llevarlo por el camino que el diseñador de la página haya trazado previamente.

Una lectura estática, como la de un soporte de papel, invita a la continuidad en la lectura e impide los sobresaltos. Desde la pantalla, se siente la inquietud constante de cambiar de rumbo, de saltar de un lugar a otro en tiempos ínfimos.

Muy posiblemente estemos perdiendo la capacidad de profundizar en la información por el exceso y la rapidez con la que nos llega, impidiéndonos alcanzar los sanos procesos reflexivos y, como menciona el propio Carr, el pensamiento contemplativo, motor del pensamiento creativo y la creatividad en su esencia.

La gran paradoja es que algo tan útil como la red coarta la libertad y nos induce a ser insustanciales, dispersos e inconstantes. Habría que diseñar una estrategia de defensa que compensara el idiotismo virtual con el beneficio virtual.