Hacía tiempo, bastante tiempo, que no nos veíamos. Hacía tiempo que no coincidíamos, hacía mucho tiempo que no teníamos una cosa que nos apasiona a los dos; una buena plática. Fue a principios del pasado mes cuando sin haberlo preparado nos dimos de bruces en un pequeño comercio de nuestro pueblo. Él, un buen amigo, excelente compañero de profesión y mejor tertuliano, iba a comprar unos caprichos culinarios, a los que yo también me había apuntado. Ese medio día no se cocinaba en nuestros respectivos hogares. El sonido de un claxon y la aglomeración de gente nos alertó. En un abrir y cerrar de ojos, había trascurrido casi media hora desde nuestro fortuito encuentro. Con premura, comenzamos a despedirnos, al tiempo que mi amigo me puntualizaba que no se me ocurriera usar el microondas para calentar las viandas; - “mejor en una ollica y a fuego suave” - me aconsejó. Ya nos alejábamos el uno del otro buscando nuestros coches, cuando se volvió para añadir: - “Oye, por cierto, últimamente te veo un poco pesimista en tus divagaciones personales, en tus artículos de opinión” – Con una sonrisa y un gesto lejano con la mano acabamos con nuestra forzada despedida.

Aunque el trayecto a casa es breve, no dejé de rumiar el último comentario de mi compañero; pesimista. Me han llamado soñador, ingenuo, idealista, incluso inocente, pero pesimista era la primera vez. Abriendo la puerta de casa ya tenía tomada una decisión. En mi siguiente escrito, el que quiero plasmar ahora en estas líneas, trataría de evitar ese tufillo de fatalismo, de desánimo, de desesperanza que mi amigo y fiel lector de mis divagaciones había notado en algunas de ellas. Era el 2 de julio.

Desde entonces, todas las mañanas junto a mi inseparable taza repleta de café mañanero, me pongo a la faena. Escucho noticiarios televisivos y alguna que otra tertulia radiofónica, mientras acompaño a mi hija. A ver si encuentro el camino para garabatear algunas líneas que alimenten de forma esperanzadora mi próximo artículo. Pongo mucha atención y escucho: Ola de calor. España arde. Dos jóvenes heridos de asta en el encierro de los sanfermines. Rusia sigue sus bombardeos en Ucrania. Segunda ola de calor. Nuevos incendios intencionados en la península. Escasez de agua. Putin amenaza a Europa con el cierre de los gaseoductos. El bloqueo del grano ucraniano amenaza con una hambruna mundial. Sumisión química. Decreto del ahorro energético del gobierno de Sánchez. El hambre y la sed asolan el sur de Etiopía. Juegos de guerra entre China y Taiwán. En el 2022 ya son más de ciento sesenta mil las hectáreas quemadas solo en España. La central nuclear de Saporiyia de nuevo al borde del desastre. Nueve pateras han sido interceptadas en las últimas horas en la región de Murcia con 132 personas Se cumplen 168 días desde que comenzó la invasión de Rusia a Ucrania. España sigue ardiendo…… y ya estamos a 10 de agosto.

D. Manuel, estará usted de acuerdo conmigo en que “con estos mimbres no se puede hacer más que este cesto”. La brutal actualidad me empuja, y tiene razón, a la senda del pesimismo y del desengaño. Pasito a pasito y sin apenas darme cuenta, con estos mimbres difícil es crear un cesto para llenarlo de ilusión y de esperanza. Quiero agradecerle, como siempre, su sinceridad. Me alegro de que este pequeño “cachete”, este empujón que usted me dio me haya hecho sentir que estoy en una senda por la que no quiero caminar. No quiero ser una persona seguidora de esa doctrina que insiste en los aspectos negativos de la realidad y el predominio del mal sobre el bien. No quiero caer en la desidia y tomar el camino fácil y la tendencia de ver las cosas en su aspecto más desfavorable y negativo. Además, ahora que ya estamos entrando en una edad, no quiero formar parte de esos recientes estudios que dicen que ser pesimista no aporta nada bueno desde el punto de vista psicológico. Al mismo tiempo, nuevos estudios han encontrado evidencias de que el pensamiento negativo repetitivo en la edad adulta está relacionado con el declive cognitivo y con mayores depósitos de dos proteínas dañinas responsables de la enfermedad de Alzheimer. Y para nada quiero jugar a ese juego.

Manolo, no sé si estas líneas te parecerán pesimistas, esperanzadoras, desalentadoras o ilusionantes. Yo solo acierto a decir que de ahora en adelante en los momentos difíciles y de actualidades espinosas de digerir, recordare aquello que canta Serrat en su maravillosa canción “Sinceramente tuyo” y que al final del todo sentencia – “Nunca es triste la verdad / Lo que no tiene es remedio”. Y si los nubarrones, tormentas, malas ideas y el negativismo siento que quieren apoderarse de mí, me pondré un cartel pegado en la nevera, para no olvidar jamás las palabras con las que don Quijote de la Mancha trata de quitar los miedos, la desesperanza y el pesimismo a su fiel escudero Sancho. Aquellas que decían: “-Sábete, Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca- “. Amén.