¿Quién no se ha hecho esa pregunta alguna vez? Uno pensaría que ante todo sirve para cultivar el intelecto, tener más conocimientos, para adquirir prestigio. Lo segundo, al menos en mi época, era que servía para contribuir al progreso y a activar la economía, a acceder a un trabajo digno para asegurarse un futuro sin sobresaltos. Sin embargo, todo eso se ha desvanecido con el paso de los años. Los avances tecnológicos y sociales, han generado muchos cambios, algunos a major, pero lo que no ha cambiado -y en todo caso a peor- es esa obsesión por tener reglas sin sentido de la edad media, esa obsesión de las universidades por ser intocables, sin hablar de directrices politizadas e imposibles de entender.

Pero para ser honestos mi pregunta no es para qué sirve un título universitario, sino cómo conseguir hacer la preinscripción sin morir en el intento, y sin morir de sueño en caso que vivas en un país donde la diferencia horaria sea considerable.

Lo digo porque en caso de que tengas dudas para rellenar los formularios y les aseguro que haberlas haylas, y muchas, tienes que enviar un email, esperar que te contesten, cosa que ciertamente hacen en 24 horas… sin embargo, cuando recibes la respuesta ya te ha surgido otra pregunta y piensas en llamar por teléfono. No contamos con que más de uno está en el mismo barco y tienes que llamar durante horas y horas hasta que te toca la lotería.

Las universidades, no sólo contentas con tener requisitos diferentes, también tienen plazos diferentes y terminología diferente. Si encimas estudias en el extranjero, agárrate que vienen curvas, porque hay que solicitar la homologación, y eso puede conllevar estudiar un master.

Y cuando por fin resuelves los jeroglíficos y empiezas a confiar en tu inteligencia, la depresión se instala en el ambiente familiar porque existen 17 plataformas diferentes, con formularios diferentes, instrucciones y videos tutoriales de todas clases. Será que ya cuentan con que nadie entiende nada... ¡cuánto dinero invertido para que todos vivamos una pesadilla durante meses!. Y digo todos porque al final pides ayuda a familiares, amigos, vecinos, conocidos y hasta enemigos.

Cierto es que todavía hay funcionarios eficaces, dedicados, interesados por ayudar a aligerar el peso que hunde a muchas familias en la desesperación y en el deseo de tirar la toalla. Y les doy las gracias. Ellos saben quiénes son. Este proceso es de juzgado de guardia, y lo peor es que se repite año tras año, pero como al final se convierte en una anécdota, hasta divertida de una comida veraniega o de un guión de Berlanga, pues queda en el olvido, y en febrero vuelta a empezar. 

¿Tan difícil es exigir un formulario único por estudiante y que se comparta por todas las universidades? ¿Tan difícil es contratar personal extra? ¿No se necesita bajar las listas del paro?, pues en el Ministerio de Educación se necesita personal, en las Consejerías de Educación de las embajadas, en los organismos que tramitan las homologaciones. ¿Tan difícil es establecer un horario de atención telefónica para solucionar dudas?.

Y no me digan que no hay presupuesto, pues sí lo hay para contratar a 17 empresas diferentes para rellenar formularios ininteligibles. También hay fondos para otorgar contratos millonarios a empresas que crean videos explicativos de los videos explicativos, de las páginas web nada fáciles de manejar, con una terminología que se agradecería que fuera la misma.

Que si la acreditación, que si la credencial, la homologación, que si legalizar, que si la notificación llega o no llega, que si es provisional o definitiva…

Pero no se acaba aquí el proceso, porque llegan las vacaciones. Será para que recobremos las fuerzas, para seguir la historia interminable en septiembre cuando llegan las segundas rebajas, y vuelta a empezar. Pero si quedan tallas (perdón, plazas) a lo mejor hasta hay suerte. Después de todo este sinvivir, las comunidades autónomas y las universidades se congratulan de lo bien que forman a los jóvenes, de la gran calidad del sistema. Eso si antes no has abandonado para hacerte "influencers", que es más rentable y rápido.

Tanto criticar a las universidades americanas y va a resultar que son hasta "baratas". Te guían pasito a pasito, te ayudan, te lo dan masticadito, personal para orientarte que no falte, y al final hasta acabas contento y orgulloso de tener una deuda millonaria durante 30 años y un título universitario que no se sabe ni de qué es.

Señores, que podemos hacerlo mejor y no dejen que cada año miles y miles de familias pasen por pesadillas como ésta que aniquilan sueños, vocaciones y el futuro de nuestro país.