El decreto de ahorro energético que entró en vigor hace unos días tiene como misión conseguir ahorrar una cantidad suficiente de electricidad y gas en nuestro país susceptible de ser enviada a los países del norte de Europa para, en el caso de que en el próximo invierno el dictador Vladimir Putin decida cortar el gas que suministra a países como Alemania, como venganza por las sanciones económicas aprobadas por la Unión Europea tras la invasión de Ucrania por Rusia, estos países no tengan que parar sus fábricas ni sus habitantes morirse de frío mientras Europa consigue articular un nuevo sistema de obtención de energía alternativa al gas ruso.

Por otra parte, cualquier persona ha sufrido en alguna ocasión un aire acondicionado demasiado frío en un cine en verano o se ha asado de calor en un centro comercial en invierno consecuencia de una temperatura que lejos de ser confortable parece dirigida a conseguir un contraste excesivo con la temperatura que hace en la calle. Durante el verano, en los trenes y en los aviones, es muy frecuente ver personas con una chaqueta puesta durante la duración del viaje. También es habitual que cuando se camina por una calle comercial se noten chorros de aire frío saliendo de tiendas con las puertas siempre abiertas.

Y en este contexto, en la necesidad de terminar con la cultura de despilfarro de energía como si España fuese un país de millonarios, en la actual coyuntura de precios de energía desorbitados producto del miserable comportamiento de Putin con Europa, y ante el acuerdo de los países miembros de la Unión Europea de conseguir algún día dejar de ser ultradependientes de fuentes energía provenientes de dictaduras o países semi dictatoriales, en este contexto, repito, el Gobierno de España decidió regular de manera temporal sobre las costumbres de los españoles en materia de utilización de la energía para evitar el despilfarro en la climatización de espacios públicos y en la iluminación de escaparates que nadie mira a partir de las 12 de la noche.

Como era de esperar, y antes de haber leído el Real Decreto-Ley aprobado por el Gobierno de Pedro Sánchez, destacados miembros del Partido Popular, con Isabel Díaz Ayuso a la cabeza, se lanzaron a despotricar contra una norma que lo único que pretende es que se deje de despilfarrar energía con vistas a los problemas de suministro que puede haber el próximo invierno. Este enfrentamiento unilateral iniciado por Ayuso contraria a cualquier regulación que no apruebe ella choca con la petición de Alberto Nuñez Feijóo, hace unas semanas, sobre la necesidad de que las administraciones estableciesen normas restrictivas relacionadas con el uso de la energía. El propio Feijóo, que sin duda conocía las intenciones de la Unión Europea de constreñir el gasto de gas y electricidad, hubiese apoyado el decreto del Gobierno sino hubiese saltado como un resorte Díaz Ayuso como la Juana de Arco defensora del ultraliberalismo criticando una norma que no habían leído y avisando que no la iban a cumplir porque Madrid es, al parecer, la defensora de los ideales ultraliberales y de la libertad de los ciudadanos frente a esa chusma izquierdosa que lo único que pretende es convertir a los buenos españoles en esclavos de un régimen castrista y bilduetarra. Con la oposición al decreto sobre un uso de la energía más eficiente el Partido Popular se ha instalado, una vez más, en el no a todo y en la inexistencia política. Un partido de Estado no puede negarse a cumplir normas y acuerdos que provienen de la Unión Europea como si fuera un partido antisistema y radical al estilo de VOX.

Y por supuesto se ha confirmado de nuevo que la presidenta de la Comunidad de Madrid va por libre. Sin esperar a la reacción de Génova sobre el decreto de ahorro de energía, Ayuso se volvió a erigir como única defensora de la libertad en España. Soy de la opinión que algún día los madrileños votantes el PP se darán cuenta del ridículo que hace su presidenta cada vez que hace una declaración. Ante la ausencia de protagonismo político por su incapacidad para hacer propuestas que mejoren la vida de los ciudadanos, Ayuso aprovecha cualquier oportunidad para salir en los medios de comunicación incluso con faroles como el de negarse a aplicar las medidas del Gobierno para ahorrar electricidad. La Comunidad de Madrid parece vivir sumida en el cuento infantil de El Rey desnudo a la espera de que algún dirigente del Partido Popular se atreva a decir, como el niño del cuento, que Díaz Ayuso no tiene ni la preparación ni la educación mínima imprescindible para ostentar el cargo de presidenta de la comunidad autónoma más importante de España. Feijòo, por si acaso, se mantiene en un segundo plano. Aún está fresca la defenestración de Pablo Casado.