El psicólogo y superviviente de los campos de concentración nazis en la II Guerra Mundial, Viktor Frankl, después de su paso por los lager (Türkhein, Kaufering, Theresienstad y Auschwitz), escribió su obra, El hombre en busca de sentido. En dicha obra, el psicoterapeuta describe los malos tratos que recibían los prisioneros, pero también escribe acerca de la belleza del espíritu humano. En definitiva, el libro trata de cómo trascender al horror y encontrar sentido incluso en las circunstancias más terribles.

La logoterapia, método psicoterapéutico creado por el propio Frankl, se centra precisamente en el sentido de la existencia y en la búsqueda de ese sentido por parte del ser humano, que asume la responsabilidad ante sí mismo, ante los demás y ante la vida. Es la terapia en base al sentido, es la propuesta definida por Frankl como, “Sanar a través del sentido”. Sanar, cuidar, acompañar, guiando a la persona que consulta a que descubra el sentido en su vida, lo que implica también el sentido en cada momento de su vida. El sentido de la vida, según Frankl, reside en encontrar un propósito. Si tenemos un “por qué”, siempre encontraremos un “cómo”. Si nos sentimos libres y motivados, siempre podremos generar todos los cambios necesarios para crear una realidad mucho más noble.

Asi como encontrar un sentido en nuestras vidas es importante, no lo es menos nuestra historia de vida. La historia de vida es un relato biográfico de una persona, con el fin de conocer algunos aspectos, momentos y eventos de relevancia dentro de la vida de ese individuo en cuestión. También se conoce como memoria, álbum personal o libro de vida. La mayoría de las personas conocemos nuestra historia de vida. Este conocimiento proviene de los aportes de las personas significativas que nos han cuidado y querido, de la cultura y del contexto social del que provenimos. Se constituye de forma involuntaria en una referencia, en una especie de hoja de ruta; nos habla de quiénes somos y de lo que se espera de nosotros.

Si nos sentimos libres y motivados, siempre podremos generar todos los cambios necesarios para crear una realidad mucho más noble.

Y eso es lo que ha realizado un grupo de mujeres en unos de los talleres que se imparten en la sede de la Cruz Roja de Elche. La definición de historia de vida es una técnica de narración y, en ocasiones, terapéutica, a través de la cual se elabora una autobiografía. Estas acciones se engloban dentro del proyecto: Red Social Para Personas Mayores Enred@te. Una de cuyas actividades van dirigidas a la adquisición y fortalecimiento de competencias personales, relacionadas con fomentar la participación de la persona mayor en acciones formativas, y/o talleres grupales para la creación de malla social, asi como en acciones individuales como puedan ser las visitas en los domicilios para paliar la soledad.

Este conocimiento proviene de los aportes de las personas significativas que nos han cuidado y querido, de la cultura y del contexto social del que provenimos.

Estas mujeres, de momento no hay ningún hombre, no solo han creado sus historias de vida, sino que además han forjado un vínculo entre ellas que también forma parte ahora de esas historias. Nos reunimos con ellas a la sombra de un árbol y, sentados en una mesa de madera en el jardín de la sede, y nos hablan de sus historias.

Una persona mayor observa su móvil INFORMACIÓN

Este es el caso de Fátima, de origen marroquí y cuya vida a estado plagada de vicisitudes. Ella dice que le cuesta expresarse en castellano, aunque en realidad se le da bastante bien. Aun asi, nos cuenta su historia a través de una hoja de papel donde resume, en parte, toda una vida con una caligrafía pulcra y un léxico más que decente. Fátima se casó siendo apenas una niña, a los 16 años, algo muy común en su pais, y a los 18 ya era madre de dos niños. Sufrió de maltrato por parte de su marido casi desde el primer día. A sus 37 años decidió que ya había sufrido bastante y se divorció empezando a trabajar fuera de casa para subsistir. El destino la llevó hasta Dubái donde trabajó en una tienda de ropa. Allí conoció a su segundo marido de origen sirio, y con él y su hija menor, Fátima partió hacia Siria donde vivió 3 años.

Su hija y el hijo de otro matrimonio de su segundo esposo se casaron y tuvieron descendencia. Y otra vez el destino los hizo regresar a Marruecos con dos nietos a los que se sumó un tercero ya en el reino alauita. Su hija también sufría de malos tratos y fue obligada a partir hacia España. Años después Fátima se trasladó a España tras la petición de su hija que se sentía sola. Al fin se decidió a denunciar a su marido y este y su padre se marcharon a trabajar fuera. La hija de Fátima solicitó apoyo y ayuda a la Cruz Roja, y un tiempo más tarde propuso a su madre participar en los talleres como forma de aprendizaje, entretenimiento y socialización.

La hija de Fátima solicitó apoyo y ayuda a la Cruz Roja, y un tiempo más tarde propuso a su madre participar en los talleres como forma de aprendizaje, entretenimiento y socialización.

Fátima acaba su escrito con una frase de esperanza: “Ahora estamos libres y yo estoy feliz de ir a Cruz Roja y pasar buen rato con mis amigas haciendo manualidades y aprendo a hablar español”.

También conocimos a Isabel, con ella la historia es diferente, no solo no le importa hablar, sino que además lo hace de una manera torrencial, y ese es su encanto, una avalancha de historias se superponen unas a otras casi sin tiempo a retenerlas todas. Por suerte, les propusimos grabar la entrevista y aceptaron sin reparos.

Mientras habla sostiene en sus manos, arrugadas y encallecidas por el pasar de los años y el duro trabajo, las cuartillas grapadas de su historia de vida con sus fotos más preciadas como si fueran un tesoro. Tenemos la osadía de preguntarle por su edad y, su respuesta con un tono coqueto, es que eso nunca lo va a revelar. Nadie conoce el dato, excepto sus parientes más allegados, a los que en su día advirtió que cuando fallezca no aparezca su edad en la esquela y ni se les ocurra ponerla en la lápida. Además añade que su lapida nada de ser como el resto, ella la quiere rosa ¡Menuda es Isabel para llevarle la contraria!

Durante 20 años trabajó en la fábrica de la Mercedes aprendiendo alemán a la fuerza y codeándose, como dice enorgullecida, con los ingenieros de la fábrica

Nos cuenta que siendo joven tuvo que emigrar a Alemania porque la pobreza extrema de aquella época era insoportable. Y con una mano delante y otra detrás, sin apenas saber leer ni escribir en su lengua materna para allá que marchó. Y durante 20 años trabajó en la fábrica de la Mercedes aprendiendo alemán a la fuerza y codeándose, como dice enorgullecida, con los ingenieros de la fábrica, y que también consiguió aprender a leer y escribir en castellano. En un momento dado, arranca a cantar bajito la canción que hiciera famosa Juanito Valderrama,

Adiós mi España preciosa, la tierra donde nací

Bonita, alegre y graciosa como una rosa de abril

Ay, ay, ay, voy a morirme de pena viviendo tan lejos de ti”.

Todos los sentados aquella tarde a la fresca en la mesa del jardín arrancamos a aplaudir y hasta se escapó algún “Ole”.

Antes de llegar al final de la entrevista las reclaman para comenzar con el nuevo taller que empezaron hace unas semanas, decoración de cajas de madera, y empiezan a despedirse precipitadamente porque no quieren perderse la actividad. Nos acercamos al porche del antiguo caserón que domina la sede de Cruz roja en Elche. Allí sentadas esperan el reparto del material, por parte de las monitoras, para comenzar la tarea entre conversaciones amistosas y risas. Estas mujeres, que hace apenas unos meses no se conocían, han formado una pequeña familia a través de estos talleres. Una familia que ahora también forma parte de su historia de vida y, en cierta manera, les sigue dando un sentido.