Ansiedad, inseguridad o miopía. El móvil, ese artefacto sin el cual parece que nos falta una parte del cuerpo, esa herramienta imprescindible que puede convertirse en una obsesión fatal. Un centenar de jóvenes de 15 a 24 aceptó permanecer durante una semana desconectado del móvil. ¿El resultado de la investigación? Ansiedad e inseguridad, pero también aseguraban, sorprendidos, sentir alivio porque sin el móvil apenas habían discutido con sus padres y habían conseguido leerse un libro completo.

Lo último sobre esta peligrosa adicción es que los especialistas alertan de que el abuso de móviles y tabletas provoca que los menores de 14 años sufran miopía de forma generalizada. 

Mi pitufo de 8 años me preguntó hace unas semanas, tras enterarse de que sus primas ya tenían móvil, cuándo iba a tener él uno. «Cuando tengas 15 años», le contesté. «¿¡¿¡Qué dices, mami?!?! Eso es mucho tiempo, yo como las primas, con 12 años», contraatacó. «¿Para qué quieres un móvil?», le pregunté, «no lo necesitas». «Para tenerlo», me espetó, como si fuera una respuesta racional.

Vamos a la biblioteca con mi pequeña de 10 años y salimos los tres cargados con libros de Asterix, Mortadelo y Filemón, Tintín, Los Futbolísimos y compañía. Los devoran en pocos días y ya se han leído todas las colecciones disponibles. Pienso entonces en el adolescente que afirmó en la investigación que hacía seis años que no leía un libro por placer y, por fin, lo había conseguido, a costa claro, de no tener móvil. ¿Qué aventuras se perderán mis hijos? ¿Qué historias emocionantes se quedarán sin conocer? ¿Qué libros no llegarán a sus manos? ¿Podré aguantar hasta que tengan 15 años o tengo las de perder?