La ciudad y los perros

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Alicante vive muy por encima de sus posibilidades con respecto al enorme número de mascotas que acoge. No puede ser que en una ciudad con un déficit tan importante de parques, jardines y zonas verdes a sus moradores les haya dado por tener tantísimos perros. Uno ya les parece poco. La moda es tenerlos a pares, para que los animales se sientan más acompañados.

Porque al final, todo se reduce a un problema de soledad. De soledades. Nunca hemos estado tan solos como ahora. Alicante, ciudad de aluvión donde las haya, en la que cada cual es de su padre y de su madre, donde convive gente de todas las razas, todas las autonomías españolas, y muy en especial comprovincianos de todas nuestras comarcas que por h o por b un buen día se afincaron aquí; Alicante, decía, es una ciudad donde la soledad se pasea por barrios, por calles, por fincas y urbanizaciones. Los domingos y festivos son una muestra elocuente en la que se manifiesta este fenómeno. La que era jornada más bulliciosa y alegre en nuestra adolescencia, ha devenido en triste decorado vacío. Basta alejarse un poco de la zona Explanada-Rambla para constatarlo. Pero siempre nos quedarán las mascotas.

Tan patético es ver a dueños que no se conocen de nada entablando conversación a costa del perro como incívicos los enganchones de dos canes a ladrido limpio cuando se cruzan en una acera estrecha. Sólo falta el paso de un inoportuno patinete para completar la estampa idílica.

No puede ser que cada vez seamos más las personas solas, 1 de cada 3, y en lugar de atendernos, escucharnos, llamarnos y reunirnos, nos agenciemos uno o dos perritos para sentirnos acompañados. Qué sociedad tan rara hemos creado. Menos canes y más abrazos.