Ver, oír y gritar

Elitismo, retroceso y otras formas

Yolanda Díaz presenta el acuerdo de coalición para el 23J

Yolanda Díaz presenta el acuerdo de coalición para el 23J / Rodrigo Jimenez

Marc Llorente

Marc Llorente

El odio visceral a los contrincantes, promovido fundamentalmente por las derechas políticas, económicas y mediáticas contra el Gobierno de coalición progresista y, más en concreto, destinado a Pedro Sánchez, ha venido imponiendo su tesis con notable éxito. No lo merece. Porque no es lo mismo discrepar democráticamente y con argumentaciones que echarse al cuello de alguien y contaminar la atmósfera para criminalizar al vecino y obtener provechos electorales. Por lo visto, la oscura estrategia funciona e intenta anular a los oponentes. Imponer después un programa que no beneficia al grueso de la población, sino a los poderosos intereses de unos cuantos. ¿Para quienes gobiernan y pretenden gobernar si ganan el 23J? Está muy claro.

En la Comunidad de Madrid con mayoría absoluta de Díaz Ayuso, ciertas medidas asoman una vez realizadas las elecciones del 28M, como, por ejemplo, el encarecimiento del menú escolar en perjuicio de las economías más precarias y de la conciliación de la vida laboral y familiar. ¿Esto es defender la calidad de vida de muchos ciudadanos? La señora presidenta ayuda a la conciliación con dos millones de euros dirigidos a la contratación de personas empleadas del hogar que se encarguen del cuidado de hijos menores de 12 años o menores de 18 con discapacidad, o de otros familiares dependientes que convivan en la misma vivienda. Ahora bien, los que pueden contratar son los que no necesitan el comedor del colegio público.

En Andalucía, Moreno Bonilla da prioridad al modelo de educación concertada en el plano universitario y en las escuelas. La privatización progresiva navega con esta clase de dirigentes votados, en buena dosis, por aquellos que más sufren las consecuencias. Pero no pasa nada. El ámbito educativo es una de las prioridades de la lideresa madrileña. La inscripción en la FP pública de Ayuso (con déficit de plazas) cuesta 400 euros. La única comunidad española, al igual que en Cataluña, donde es así.

Promete bajar el coste dependiendo de los resultados académicos del estudiante, que varían en función de cada uno, ya que no todos los alumnos pueden dedicarse de lleno a los estudios. El tufo elitista lo impregna todo. He ahí el premio de la ideología neoliberal a la excelencia. Aplican su credo a toda costa y a fin de borrar cualquier atisbo que huela a lo contrario. La educación pública, mal, gracias. Si tanto valoran la «excelencia», no se sabe qué hace una señora como esta en un sitio como este. La gran estrella y protagonista del burdo e interminable culebrón en sesión continua.

Las becas son para la FP de grado superior de los centros privados. Ahí no existe ninguna referencia a las calificaciones. Realmente son ayudas que se destinan al copago. Que están vinculadas, principalmente, a la capacidad adquisitiva de las familias. De tal forma, triunfan la discriminación y la desigualdad. O la politización y el concepto ideológico, pese a querer eliminar de las aulas las dos cosas, según dicen con énfasis.

Por su parte, la candidata Yolanda Díaz lleva un paquete de proposiciones bajo el brazo con el deseo de sumar, estimular y movilizar, algo imprescindible para darle la vuelta al marcador. El objetivo de su propuesta económica no es otro que seguir mejorando la vida de la gente. Las grandes fortunas son el objeto de culto del PP y de Vox, mientras la austeridad la obsequian a los que menos tienen. Ponerlas un impuesto de carácter permanente es pura y simple blasfemia. Hay que mimarlas para que, con su cristiana bondad, se acuerden de los trabajadores pobres. Cuando estos traspasan la frontera de la precariedad y adquieren derechos, se les enciende la luz roja. Y hay que golpearlos.

El Banco de España destaca el dinamismo de nuestra economía. Los organismos nacionales e internacionales confirman claramente que el incremento desmedido de la rentabilidad empresarial es causa de la espiral inflacionista. De manera que los resultados de esos márgenes tienen que estar vinculados a la revalorización de los salarios. La cesta de la compra, el pago de una hipoteca o el abono de un alquiler constituyen algunos de los problemas de la ciudadanía que exigen solución clara. La macroeconomía va bien, y la microeconomía debe prosperar adecuadamente. La mejora de la productividad requiere una más idónea estructura conformada por las empresas, los sindicatos, las Administraciones públicas… Pero no todos están dispuestos a seguir avanzando y prefieren que la sociedad retroceda. Que solo avancen los de siempre.

Ni reforma laboral con más derechos, ni reforma empresarial que estimule la democracia en las empresas. Ni transición verde, ni reforma fiscal estructural en favor del estado de bienestar. Eso es lo que quieren algunos. Frente a esas posturas, caben otras actitudes y mejorar permanentemente el panorama. La derecha y la ultraderecha no se diferencian hoy. A las izquierdas no les toca restar. Solo les vale ser buenos aliados, desmontar falacias, hacer pedagogía política y exponer propuestas eficaces.