Contra el sexismo

Imagen archivo 25 N

Imagen archivo 25 N / Matías Segarra

Miguel Ángel Santos Guerra

Miguel Ángel Santos Guerra

Ayer fue 25 de noviembre, día contra la violencia hacia las mujeres. La elección de esta fecha, como es seguro que sepa el lector o la lectora, se debe al brutal asesinato de las tres hermanas Mirabal en la República Dominicana, cometido por la policía secreta del dictador Leónidas Trujillo el 25 de noviembre de 1960. La manifestación más trágica de la desigualdad es la violencia machista. Y la violencia machista extrema es el asesinato de una mujer por el simple hecho de serlo.

Cada vez que se produce la muerte de una mujer a manos de su pareja, se producen escenas de dolor, de repulsa, de indignación y de rabia. Son reacciones necesarias. Son reacciones inevitables. Pero no suficientes para avanzar en la dirección adecuada que consiste en acabar con la lacra horrible del sexismo. Si no se hace nada, habrá nuevas muertes y seguirá imperando esa peculiar forma de terrorismo.

Si no se buscan las causas, si no se lucha contra ellas, todo seguirá igual o, lo que es peor, aumentará el androcentrismo. Qué decir de la negación del fenómeno sexista. Resulta insoportable comprobar un día tras otro cómo un partido político como Vox niega la existencia de la violencia machista. Es tan obvio que existe, es tan palmario, que la negación del mismo es un signo de estupidez o de maldad. O de ambas cosas a la vez. ¿Es casual que haya muchas más muertes de mujeres que de hombres a manos de sus parejas? ¿Es casual que las manadas sean siempre de hombres que abusan de mujeres? ¿Es casual que fueran las mujeres quienes no podían votar, hacer estudios universitarios o abrir una cuenta corriente? ¿Es casual que las mujeres no puedan acceder al poder en la Iglesia? No. No es casual. La discriminación es fruto del patriarcado que todavía tiene profundas raíces en la sociedad.

Hay que ir a las causas que alimentan el sexismo. Y hay que luchar contra ellas. Y las causas están en el uso del lenguaje sexista, en las costumbres sexistas, en las religiones androcéntricas, en la educación sexista, en los sueldos desiguales por el mismo trabajo, en la doble moral, en los prejuicios discriminatorios, en los estereotipos sexistas arraigados…

En realidad estas son causas y son efectos del sexismo. Existe lenguaje sexista porque hay androcentrismo y hay androcentrismo porque existe lenguaje sexista. Creo que, al considerar que son la causa, podemos afrontarlas y tratar de que disminuya su fuerza o que desaparezcan totalmente de nuestra sociedad.

Desde mi punto de vista, la escuela es uno de los principales escenarios en los que se puede luchar contra el sexismo. El proyecto de la escuela tiene que estar impregnado de este propósito. La coeducación no es un pequeño programa del que se hace cargo una profesora entusiasta y aislada. La coeducación es un proyecto colegiado en el que participa toda la comunidad educativa.

El año 1984 publiqué un libro titulado Coeducar en la escuela. Por una enseñanza no sexista y liberadora. Lo editó Zero Zyx, una pequeña editorial de Madrid que desempeñó un papel interesante en aquellos años publicando libros en los que se dejaba constancia de experiencias educativas innovadoras de centro, es decir de toda la institución escolar.

Después de esos cuarenta años me pregunto qué es lo que ha cambiado, cuánto hemos progresado. Y lo digo porque nadie nos puede garantizar un avance lineal irresistible hacia la mejora. Podemos estancarnos. Y podemos retroceder. Hay algunos signos inquietantes al respecto. Hay actitudes de nuestros jóvenes y de nuestras jóvenes muy preocupantes al respecto. Canciones sexistas cuyas letras se repiten y se bailan sin cesar sin el menor rechazo, manifestaciones sexistas en las relaciones, proliferación de la pornografía, abusos sexuales practicados en grupo e individualmente, actitudes sexistas en el noviazgo: control, celos, exigencias, imposiciones sobre la mujer…

Aquel proyecto de hace tantos años tiene hoy plena vigencia. Voy a plantear a continuación algunos de los elementos que lo configuraban.

Un año antes de iniciar el proyecto revisamos las pautas sexistas que teníamos en la institución. Infinitas pautas. Por ejemplo, vimos que el cien por cien de las profesoras de preescolar eran mujeres. Y nos preguntamos por qué. Todas las razones que dábamos resultaban inconsistentes. Por eso decidimos empezar el proyecto poniendo la mitad de varones y la mitad de mujeres. Revisamos las imágenes de los libros de texto, repasamos nuestras costumbres, incorporamos mujeres al equipo directivo… Esta revisión nació del convencimiento de que es más importante lo que somos que lo que decimos. No hay forma más bella y más eficaz de autoridad que el ejemplo

Una característica del proyecto que considero esencial es que estuviera implicado en él toda la comunidad educativa: pequeños y mayores, hombres y mujeres, profesores y profesoras, familias y personal de administración y servicios. Si los mayores están ocupados en ese empeño se muestra que es un asunto importante.

La reflexión escrita que nos hizo partir hacia el proyecto tiene tres partes, que enunciamos de esta manera en el libro: Un pasado lleno de discriminaciones, un presente cargado de razones, un futuro cuajado de esperanza.

Se plantean a continuación los fundamentos biológicos, sociológicos y pedagógicos de la coeducación. Eso nos hizo leer casi todo de lo poco que había publicado en esos momentos. Este fue un libro pionero sobre el tema. Marina Subirats escribió en el año 1988 un libro muy importante titulado Rosa y Azul. Cuatro años después.

Exploramos las actitudes sexistas de los alumnos mediante diversos instrumentos. A los más pequeños les pedimos que dibujasen a los miembros de la familia haciendo algo. Eran frecuentes imágenes que reflejaban al papá leyendo el periódico y a la mamá fregando los platos. A los medianos les preguntamos de quién eran propios algunos juguetes: pelotas, muñecas, cocinitas, pistolas, camiones… y de quiénes eran propias algunas tareas: barrer, cocinar, limpiar, fregar los platos… Tenían que contestar si eran propias de niños, de niñas o de ambos. A los mayores les aplicamos una escala de estimación de cinco grados en la que les preguntábamos si estaban de acuerdo o desacuerdo con algunos enunciados. Solo algunos ejemplos:

Las mujeres son, por naturaleza, más sensibles que los hombres.

No está bien que una chica declare su amor a un chico.

Los trabajos de la casa son propios de las mujeres.

Si las mujeres trabajan fuera del hogar, quitan el trabajo a los hombres.

Al hombre le interesa, por naturaleza, la sexualidad más que a las mujeres.

Un capítulo completo se dedica en el libro a la justificación del proyecto, los objetivos y las actividades necesarias para su desarrollo, aplicándolos a cada etapa educativa ya que teníamos preescolar, primaria, bachillerato y COU.

Dejamos constancia en el libro de una colección de materiales para trabajar en las aulas: estudios de casos, cuarenta juegos coeducativos, pensamientos sexistas de autores célebres, aforismos sobre la mujer, refranes sobre la mujer, anuncios publicitarios, películas para cineforum, textos verboicónicos, comics, textos para teatro leído…

Figura también en la parte final del libro el diseño de evaluación de la experiencia. Diseño que no se realizó porque tuve que dejar el colegio por motivos que he explicado en otros sitios.

Quiero hacer una reflexión final sobre la necesidad de la escritura. Muchos centros tienen experiencias coeducativas interesantes. Sería muy importante que los impulsores y los participantes las escribieran. De esa forma se puede comprender mejor lo que hacemos. El pensamiento caótico y errático que tenemos sobre la práctica, al escribir sobre ella, nos vemos obligados a organizarlo, a estructurarlo, a ordenarlo y argumentarlo. Por otra parte, al difundir lo que se ha escrito, otros van a poder conocer iniciativas que otros pueden adaptar a su contexto. Y no solo encontrarán ideas sino el optimismo necesario para llevarlas a la práctica.

En el año 2022 publiqué en la editorial Homo Sapiens de Rosario (Argentina) el libro Contra el sexismo. Textos y prácticas por la igualdad en la escuela y en el aula. Este segundo libro no es el fruto de una experiencia concreta como el anteriormente citado sino de la reflexión sobre la necesidad de combatir el sexismo a través de la educación. Es en el ella (no solo en ella, ya lo sé) donde se encuentra la clave de la transformación.

Como un regalo anticipado de este día he recibido ayer mismo un hermoso libro que he leído, casi sin pausa, para festejar esta importante fecha: ”Coeducación con mirada de género: 9 ideas clave”. Lo han escrito Rosa Guitart e Isabel Carrillo. Gracias y enhorabuena.