Opinión | LA RIÁ

Primeros días de abril de 1944

"La pernocta de las gentes hasta esa hora estaba acompañada por la aroma del chocolate y los buñuelos, y con el desfile de los «Armaos» con su retreta floreada..."

Imagen del paso del Ecce Homo en los años 40. Procesiones de Orihuela

Imagen del paso del Ecce Homo en los años 40. Procesiones de Orihuela / Ballester

«La Centuria Romana esparce en el ambiente soplo marcial y lúgubre. Clarines guerreros atruenan los ámbitos. Lúgubres sonidos de típicas bocinas rasgan el silencio que se guarda ante la muerte de Cristo». Así, a modo de pregón el alcalde de Orihuela Francisco Lucas Girona se dirigía a los oriolanos en la «Revista de Semana Santa» de 1944, y en ella despertaban dos «Plumas dormidas» que se habían apagado, dos años antes con Miguel Hernández, el 28 de marzo de 1942. Otra la de su compañero del alma Ramón Sijé, el 24 de diciembre de 1935. Y con éstos, aquel Nazareno que cruzaba «entre mil encapuchados» y el Martes Santo de esos chicos oriolanos que veían el mundo tras «el antifaz».

La Semana Santa iba recuperándose y engrandeciéndose después de años luctuosos de una contienda fraternal y las calles de Orihuela eran surcadas por la ilusión de nuestros mayores. Como avanzadilla de la misma, la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades lanzaba a la calle su revista que había sido trabajada en los Talleres Tipográficos del Oratorio Festivo. Para ella, habían hecho llegar sus artículos Manuel Lorenzo Penalva, Joaquín Espinosa Cayuelas, Fernando Bru Giménez, José Tarí Navarro, Antonio García Martínez, Carlos Fenoll y Emilio Bregante Palazón, junto con los poetas Saturnino Ortuño y Juan Sansano Benisa con «La torre de Santa Justa». Las páginas eran ilustradas con imágenes de los fotógrafos Antonio Ballester, Franco y A. García, así como la de la maqueta del paso del Prendimiento de Coullaut-Valera que se esperaba que desfilase al año siguiente, pero tuvo que esperar hasta 1947. En la portada el dibujo del Cristo de la Caída de Adolfo Pérez León que, en 1942 ilustró la de «Momento» con el Cristo del Consuelo.

En la víspera del Domingo de Ramos, en su noche desde la Iglesia de la Merced, la Convocatoria constituida como hermandad, anunciaba los días que se acercaban en los que se conmemoraba la Pasión de Cristo. Bajo la presidencia de Jesucristo Riquelme Ruiz desfilaría con túnicas blanco y negra, habiendo transformado sus antiguas cajas en «magníficos tambores». Y llegó, con el 2 de abril, el Domingo de palmas y ramas de olivo con su procesión, y en su tarde desde la Iglesia de Santiago Apóstol, Nuestra Señora de los Dolores con las Mantillas.

Día de trabajo el Lunes Santo y desde la desaparecida Iglesia de la Merced, la Cofradía del Ecce-Homo, mi Cofradía, de la que mi padre Antonio Galiano Santiago era vocal, estrenando porta cirios de estilo plateresco. En los años 1940 y siguiente había desfilado el Miércoles Santo con la Cofradía del Lavatorio. Y, en ese Lunes Santo desde 1943, era precedida por la Cofradía de la Samaritana con Jesús en el Pozo de Jacob. El Martes Santo, desde la recordada Iglesia de San Gregorio que había sido restaurada por los cofrades y vecinos, y que con los años fue tristemente derribada; abriendo marcha nueve romanos a caballo y cuatro heraldos con clarines, y tras ellos el Caballero Porta-Guión de ese año, Mariano Belda Garriga. Después las filas de nazarenos flanqueando a la Verónica y a Nuestro Padre Jesús de la Caída, ambos en sus tronos de plata del orfebre valenciano Orrico. 

Tarde del Miércoles Santo, desde la Iglesia del Convento de Santa Ana de los Franciscanos, la V.O.T. dando escolta a «El Abuelo», por derecho propio Patrón Popular de la Ciudad y la Huerta de Orihuela. En este año se incorporó la imagen de la Dolorosa de Sánchez Lozano. Se pretendía también que desfilase la de San Juan a cargo de la Juventud Antoniana. Así procesionó, pero desconocemos cual fue su último destino después de la Semana Santa de 1944. Al toque de oraciones, desde la Iglesia de San Juan de la Penitencia de las Clarisas se efectuó por primera vez por decisión del Excmo. Ayuntamiento el traslado hasta la Catedral de las imágenes del Cristo Yacente, San Juan y la Soledad que con anterioridad se efectuaba desde la Capilla de Loreto. La noche del Miércoles Santo fue de estreno, ya que a la Cofradía del Lavatorio que tenía su salida desde la Iglesia de San Agustín que está reclamando su restauración, se le incorporó la Santa Cena, atribuida en la revista a Royo y Rabaza, aunque desde el primer momento se sabía que el escultor era el valenciano Enrique Galarza, siendo los primeros intermediarios entre la Cofradía y dicho escultor. La Adoración Nocturna tuvo su protagonismo en la fundación de la citada Cofradía y el paso sería acompañado por cincuenta hermanos con túnica rojo vivo y capa blanca, habiéndose adquirido el tejido en Barcelona.

Jueves Santo, las puertas de la Capilla de la Comunión de la Iglesia de Santiago quedaban francas para la salida del Cristo del Consuelo, y con luces apagadas y tambores destemplados; las calles y plazas de Orihuela eran testigo del paso de la Hermandad del Silencio, quedando a la espera de la madrugada del Viernes Santo para la salida a las cuatro desde el Santuario de Nuestra Señora de Monserrate de la Procesión General. La pernocta de las gentes hasta esa hora estaba acompañada por el aroma del chocolate y los buñuelos, y con el desfile de los «Armaos» con su retreta floreada. Y, la tarde se vestía de luto para el Santo Entierro cuya procesión era encabezada por el Caballero Cubierto Porta-estandarte, cargo que ostentó en 1944, Amancio Meseguer Manresa. Así, desde la Catedral, pasando por Ramón y Cajal, Puente de Poniente, Plaza de Cubero, Plaza del Generalísimo, San Pascual, Calderón de la Barca, Puente de Levante, Loazes, Alfonso XIII, Soledad, Ramón y Cajal, interior de la Catedral, Doctor Sarget, Plaza de la Pía, Santa Lucía, Paseo de Sagasta, Alfonso XIII, y Soledad se arribaba de nuevo a la Catedral.