Viendo los horrores que se están viviendo en Afganistán y en especial en el aeropuerto de Kabul, donde miles de personas presas del miedo, del pánico a los talibanes, luchan por conseguir una plaza en un avión que les permita salvar su vidas y las de sus familias, dejando atrás sus familiares, amigos, vecinos, en resumen toda una vida, pasan a ser exiliados, con el dolor de pensar que posiblemente nunca puedan volver a pisar la tierra que habitan los que siempre han amado y con la duda de qué será de ellas.

Viendo esas imágenes del terror he recordado el final de la rebelión-guerra civil que vivieron nuestros mayores en la Explanada alicantina, allí más de quince mil republicanas/os se amontonaban con la esperanza de poder embarcarse y poder huir del horror y la represión del fascismo franquista. El último barco en partir fue el Stanbrook, su capitán, el señor Nilckson, embarcó todos cuantos pudo (dos mil seiscientos), cuando partió las tropas italiano-fascistas llegaban a la Explanada. Fue el comienzo de una criminal represión contra los que no pudieron irse, unas/os fueron conducidos al campo de exterminio de los Almendros, otros/as al de Albatera. Los fusilamientos, el hambre, el maltrato, la miseria, las humillaciones se cebaron con ellas/os y por si fuese poco, cuarenta años de dictadura.

Desde el dolor que estos acontecimientos producen confío en que algún día, más pronto que tarde, ambas ciudades sean hermanadas y en algún lugar destacado una placa diga: Kabul-Alicante: ciudades víctimas del fascismo internacional. Lucharon por su libertad, resistieron y vencieron.