Nos estamos inoculando dosis periódicas de un veneno muy perjudicial: actos vandálicos al cierre de las discotecas, macrofiestas al aire libre, abuso del consumo de sustancias nocivas que conllevan pérdida de la consciencia… Hechos que no son aislados en mi zona (urbanización Sta Elena, Aspe), sino que se están sucediendo regularmente en otros puntos de Elche (ladera del río…), y de España.

De seguir así y no actuar pronto con medidas que empiecen a atajar el problema, esto se convertirá en una bola de fuego que arrasará con todo lo que encuentre a su paso. Sin ser alarmista quiero hacer hincapié en que este auge de los llamados “botellones” deriva en deterioro del medio ambiente, aumento de gastos de reparación de desperfectos y limpieza, alteración física/psíquica de menores y adultos que no concilian debidamente el sueño, inseguridad ciudadana; y, también, en daños colaterales de agresiones sexuales y/o físicas entre los mismos asistentes.

En mi opinión debería empezar a tratarse este problema tanto desde el ámbito familiar, como el social (ayuntamientos, gobiernos autonómicos y en el congreso)

Podría considerarse el cambio de normativa legal y judicial que aborde soluciones en consonancia a los hechos producidos. Por ejemplo, si a cada joven a quien la policía toma los datos se le hiciera cumplir tareas de “servicios a la comunidad” (limpieza de la zona, restauración de desperfectos…), al menos los alrededores de la urbanización en la que vivo estarían limpios (paraje de Los Algezares - Aspe)

Me consta que se trata de temas difíciles de abordar porque no podemos vivir en un toque de queda permanente que nos merme el derecho al ocio nocturno. Pero este derecho no debería entrar en controversia con el del resto de ciudadanos tanto al descanso como a la seguridad vial, así mismo como a vivir en una zona limpia.

Hay que buscar la manera de cambiar el curso de esta bola de fuego; si no, nos enfrentaremos a otra pandemia también muy grave: incivismo.