Gracias al acuerdo del Consejo de ministros, volveremos a ver tu sonrisa triste, pues ha impuesto el uso y fin de las mascarillas en interiores. Dos años después desde que se nos obligara a usarla durante el primer estado de alarma. Pero claro, algunos cantan victoria porque estaban hartos de utilizarlas, pero en realidad habrá que seguir llevándola encima y utilizarla en los trasportes públicos, taxis, en servicios sanitarios, residencias y farmacias, con lo cual tendremos que seguir llevándola encima en estos casos.

Pese a este aire de libertad, todavía me parece, que vamos a seguir siendo muchas las personas que seguiremos utilizando la mascarilla, el miedo al contagio es libre y, si en muchísimos casos nos hemos librado del contagio del resfriado o de la gripe además de Covid 19, y llevando la mascarilla nos ha ido bien, no queremos precipitarnos en despojarnos de ella, cuando todavía tenemos obligación de mantenerla cercana. Creo, por lo que voy escuchando, que llevar la mascarilla algunos meses más, no nos va a hacer ningún daño, al contrario, pero hay que satisfacer a todos aquellos que ansiaban desprenderse de ella. El aliento de la calle nos alcanza desigual, pero pretende ser pacífico, para unos y otros. Se acabaron esas lánguidas miradas de desdén cuando paseabas sin ella y te consideraban un espíritu pendenciero e insolidario. En fin, que como ya es una opción personal, bienvenidos a la nueva realidad.

Y otra cuestión que crece con la retirada de las mascarillas, es dejar al aire libre ese océano de oscuridad de nuestra cara que preferíamos mantener oculto. El rostro velado ahora muestra sus impurezas, dejamos de abandonarnos a la imaginación, y eso hay personas que lo llevan muy mal, y su sonrisa es glacial, leve o triste.