Ni una semana de descanso. La vuelta del verano no está resultando sencilla para los partidos que conforman el tripartito valenciano. Desde que comenzó el curso político, las desavenencias públicas entre PSPV, Compromís y Unides Podem se acumulan y todo ello en un contexto excepcional por la pandemia del coronavirus.

Esta semana la divergencia ha saltado por el resultado del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF), que resultó excepcional para los socialistas y decepcionante para Compromís, y en la anterior la polémica estalló por la propuesta unilateral de reforma fiscal que presentó la coalición sin avisar a sus socios en un intento de marcar posición dentro del Botànic, pero en una cuestión crucial del debate presupuestario que provocó el enfado en el PSPV.

Una semana antes, la bronca se produjo por unas enmiendas anunciadas por Unides Podem a la Ley de Función Pública, pactada en el seno del Consell después de años de debate y tira y afloja, que provocaron otra acusación de deslealtad por parte de los socialistas, que acusaron a la nueva dirección morada de no ser consciente de que forman parte del gobierno y no de la oposición.

«Son desavenencias normales en un gobierno de coalición de tres partidos», responden en los partidos y a nadie parece preocuparle más de lo necesario, pero empieza a ser llamativa la frecuencia con la que estas fricciones se producen en el tripartito y se publicitan sin reparos.

Lo que subyace es la competición electoral permanente. Los tres partidos son socios y a la vez competidores. Su electorado está en el mismo bloque ideológico y fluctúa, lo que obliga a mantener una tensión constante. El pulso por confeccionar unos presupuestos de genética botánica o de abrirlos a otras fuerzas de centro derecha (PP o Ciudadanos) plasmando en ellos el pacto de reconstrucción, que fue el eje del debate de Política General, también generó tensiones en el tripartito. Los guiños socialistas a Ciudadanos también han elevado el malestar entre los socios del PSPV. Podemos llegó a denunciar lo que considera una deriva de los socialistas hacia la derecha y estos respondieron con descalificaciones a las andanadas de la nueva lideresa podemista, Pilar Lima.

Al mismo tiempo, el posicionamiento más centrado y moderado del PSPV parece haber anclado aún más a Compromís y Unides Podem en la izquierda, espacio político donde también se vive una lucha enconada aún más desde las elecciones gallegas y vascas donde los partidos nacionalistas engulleron casi todo el espacio morado, algo que no ha pasado desapercibido en Compromís, que presentó su propuesta de reforma fiscal en las Corts el mismo día en que Podem preguntaba por esa cuestión al jefe del Consell.

El curso político ya comenzó con la advertencia de la vicepresidenta, Mónica Oltra, en una entrevista en INFORMACIÓN, de que hacían falta cambios en algunas consellerias y la respuesta del presidente, Ximo Puig, de que no se los planteaba. También admitía Oltra que las dinámicas internas en el Consell ya no tienen nada que ver con las de 2015.

Desavenencia sustancial fue el adelanto de las elecciones autonómicas en abril de 2019, el punto de inflexión del aumento de la desconfianza entre, PSPV y Compromís. Aquella herida no se ha curado y la entrada de un tercer actor en el Consell (Unides Podem) con el aumento de consellerias tampoco ayudó a serenar. En esas llegó la pandemia que trastoca toda la legislatura. Por lógica, la presidencia y la Conselleria de Sanidad, ambas socialistas, asumieron el papel principal, algo que tampoco ha ayudado a cohesionar el Consell.