Economista. Fue alumno en la Universitat de València de Vicent Soler, al que sucede en Hacienda y Modelo Económico. Nacido en Carcaixent (1974), hijo de un histórico del PSPV en la comarca. Pasó por La Moncloa antes de ser el escudero de Puig desde que es líder del PSPV (2012).

Para lo bueno y para lo malo, dicen algunos de los que bien le conocen, la palabra ‘socialdemócrata’ es como si la hubieran inventado para él. Por lo que tiene, sobre todo, de justicia social, defensa de los que menos tienen y moderación y apego a las formas correctas y los procedimientos. Al orden, en una palabra.

Para entender su relación con Ximo Puig, basta observar cómo se gestó su cambio de conselleria, de Política Territorial a Hacienda. Puig tenía claro desde el principio que lo quería para la nueva vida de Hacienda, pero no se lo comunicó hasta pasadas las 20.00 del viernes, después del segundo pleno del Consell de ese día. El gesto dice que sabía que podía contar con él para lo que hiciera falta. Y que confía en él como para desviarlo a otro destino si lo hubiera necesitado.

Arcadi España, el hijo de un histórico socialista de la Ribera, es el hombre de mayor confianza de Puig en el Gobierno valenciano, su mano derecha. Lo era en la primera legislatura, como director de su gabinete en Presidencia, y lo es en esta ya con galones de conseller. Su paso por Política Territorial es valorada con nota en el Palau, dado que ha conseguido avances notables en movilidad e infraestructuras algunos de los cuales llevaban años encallados. Y sin dejar de estar en el equipo de ayuda ante cualquier urgencia: sucedió en la pandemia y ahora en la negociación para la gigafactoría de baterías de Volkswagen.

Esto último va a ser uno de sus retos en los próximos meses. Puig lo dijo ayer: el objetivo es potenciar la conselleria en su vertiente de modelo económico. Hacienda es el motor de cualquier gobierno, porque allí están los presupuestos, el dinero. Lo que hay que procurar es que no gripe, porque para el Ejecutivo es letal, pero no es seguro ni que el Botànic se embarque en unos presupuestos de cara a 2023. Está la bandera de la financiación autonómica, que no hay que bajar, más bien lo contrario, pero que tiene muchas limitaciones porque depende de muchos. Arcadi España sabe que cuenta con todo eso, pero que lo que se espera es que acelere y multiplique las inversiones (españolas e internacionales) al calor de la llegada de los proyectos de, sobre todo, Volkswagen, y también Hewlett Packard o Toshiba. Eso y que haga que el conducto de entrada de los fondos de la Unión Europea funcione y el dinero aterrice en la vida real. España sabe que su misión es intentar que eso que Puig ha bautizado como «el momento valenciano» lo sea más. En el tiempo y en intensidad. Por eso en el Palau lo ven como un vicepresidente económico ‘de facto’.

Su primer reto es la traslación a la práctica del proyecto con Volkswagen: conseguir que las obras comiencen sin demora. Con corrección procedimental, pero sin que el embudo de la tramitación administrativa del proyecto se convierta en una soga que no deje pasar el aire.