El secreto del buen funcionamiento de una clínica de fertilidad es el trabajo en equipo. Los ginecólogos, embriólogos, técnicos, enfermeros, auxiliares y psicólogos deben trabajar con un objetivo común: conseguir ese bebe tan deseado. Cada pareja es única y el tratamiento debe ser individualizado. Los diferentes departamentos (ginecología, embriología, enfermería…) deben estar siempre actualizados en las últimas técnicas y tener unos profesionales altamente cualificados en sus respectivas especialidades.

Pero el corazón de una clínica de reproducción asistida es su laboratorio de FIV (Fecundación In Vitro). Es en el laboratorio donde la vida comienza. El embriólogo es el encargado de seleccionar los mejores gametos (ovocitos y espermatozoides), juntarlos y cultivarlos hasta el estadio de blastocisto (embrión en día 5-7). Y precisamente ese proceso (cultivo embrionario) es uno de los indicadores de un buen laboratorio de reproducción asistida. La tasa de formación de blastocistos, es decir, de todos los embriones que se forman cuantos llegan a blastocisto, es uno de los indicadores de si un laboratorio es bueno o no.

Según la ESHRE (Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología) el valor mínimo de llegada a blasto debe ser del 40% y si un laboratorio llega a 60% se considera que está haciendo las cosas muy bien.

El cultivo de los embriones se realiza en incubadoras trigas

La política de calidad de InVitam es estar por encima de ese valor. ¿Cómo lo consiguen? Controlando los diferentes aspectos que afectan al laboratorio. Por ejemplo, el aire en los laboratorios de reproducción humana asistida debe tener unos elevados estándares de calidad, con el fin de causar el menor estrés físico-químico a los gametos y embriones. Este estrés provoca cambios en la expresión y regulación de los genes embrionarios reduciendo por tanto las tasas de éxito de las técnicas de reproducción asistida. Por eso, en Invitam, posee filtros HEPA que eliminan los compuestos orgánicos volátiles. Adicionalmente, se realizan controles de calidad externos que auditan que el aire es apto para los embriones.

En segundo lugar, y de acuerdo a la normativa europea específica para los laboratorios de fecundación in vitro, mantienen unas estrictas condiciones ambientales de iluminación, temperatura y humedad.

Por otro lado, hay que mencionar que el cultivo de los embriones se realiza en incubadores trigas en los cuales los embriones de cada paciente se incuban por separado del resto, en cámaras muy pequeñas que permiten mantener todas las condiciones de cultivo muy estables, tal y como ocurriría de forma natural en el cuerpo de la mujer, controlando que la temperatura, humedad, pH, etc.

El cultivo se lleva a cabo con medios de la máxima calidad, gases medicinales de elevada pureza, placas y materiales embriotestados y completamente seguros para los embriones.

Y por último, los embriólogos cuidan de los embriones durante los 365 días del año con mimo y esmero, y están altamente cualificados y acreditados por ASEBIR (Asociación para el estudio de biología de la reproducción) y la ESHRE. Además, pasan por controles internos y externos que evalúan sus aptitudes en el laboratorio. Cada proceso que realiza el biólogo es un latido en el corazón del centro de reproducción. Sin ellos nada de esto sería posible.

InVitam

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