Así lo ha indicado hoy la doctora Vicenta Giménez, coordinadora del Grupo de Interés de Psicología de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), durante la presentación, en una rueda de prensa, de una publicación destinada a ayudar al creciente número de parejas españolas -una de cada seis- con dificultades para engendrar.

La Sociedad y el laboratorio Merck Serono han editado un millar de ejemplares del manual "La importancia de los aspectos emocionales en los tratamientos de reproducción asistida", que se repartirán gratuitamente en los centros dedicados a esta actividad en España, un país donde la infertilidad afecta al 16 por ciento de la población y con uno de los índices de natalidad más bajos del mundo.

Tras recordar que este problema tiene su raíz en la tendencia actual de retardar la edad en que se tienen los hijos, Giménez ha relatado que la infertilidad desestabiliza el equilibrio emocional y de pareja.

"La autoestima se resiente y surgen sentimientos de aislamiento social y personal, sentimiento de culpabilidad, ansiedad, depresión o cambios de relación", ha argumentado.

Pero éstas no son las únicas consecuencias, según la experta, porque el estrés contribuye a la infertilidad en sí misma, al generar alteración de las hormonas, lo que disminuye tanto la capacidad reproductiva femenina como la calidad seminal.

La doctora ha apuntado que los hombres y las mujeres presentan distintos comportamientos emocionales a la hora de hacer frente a los métodos de reproducción asistida.

Las mujeres son más resistentes al dolor, pero se deprimen con mayor frecuencia, y las principales emociones que experimentan son "frustración, impotencia y tristeza".

Ellas también sufren mayor tensión que los varones, tanto en el momento del diagnóstico como durante el tratamiento, suelen interpretar los problemas de fertilidad como una "gran decepción" y sienten suyo el fracaso cuando no se logra el embarazo.

Por su parte, los hombres son más reacios a hablar en público sobre asuntos de infertilidad, tanto en su círculo más cercano como ante el psicólogo, al vincular este problema con una supuesta "falta de masculinidad" y con su "capacidad sexual".

La psicóloga ha comparado los distintos ciclos reproductivos por los que pasa una pareja con un maratón en el que, aún estando cerca de llegar a la meta, los participantes sienten que están agotados y deciden retirarse.

"Cuantos más fracasos experimentan más agobiados están, pero debería ser justo lo contrario, porque están más cerca del éxito", ha advertido.

El presidente de la SEF, Buenaventura Coroleu, ha puntualizado que el 62,4 por ciento deja el tratamiento después del tercer ciclo, a pesar de que estadísticamente la probabilidad de concepción mejora después de múltiples exposiciones a distintos métodos.

Coroleu ha agregado que el 66 por ciento afirma abandonar el tratamiento por sentir que había hecho todo lo posible y un 42 por ciento alega sentirse incapaz de afrontar otro ciclo después del fallo de los anteriores.

De hecho, un porcentaje muy elevado de mujeres -entre un 15 y un 45 por ciento- decide no continuar con los ciclos antes de que lo recomiende el especialista.

"Se ha comprobado que no se renuncia al proceso por un mal pronóstico, sino sobre todo por falta de información o por razones psicológicas", ha insistido Juan Vila, director de la Unidad de Fertilidad de Merck Serono.