Urbanismo / Ciencias de la vida

¿Cómo se verían las ciudades de la Tierra un año después de la extinción de la humanidad?

Las grandes urbes de la humanidad se verían invadidas por las especies animales salvajes y colapsarían lentamente, hasta transformarse en conjuntos de ruinas

Un experto en planificación urbana muestra cómo cambiarían las ciudades y la Tierra luego de un año sin intervención humana.

Un experto en planificación urbana muestra cómo cambiarían las ciudades y la Tierra luego de un año sin intervención humana. / Crédito: ThankYouFantasyPictures en Pixabay.

Pablo Javier Piacente

Un especialista en urbanismo imagina los cambios más trascendentes que sufrirían las ciudades de la Tierra y el planeta en general al pasar solamente un año de la extinción de nuestra especie. La realidad, aunque nos pese, es que la vida natural florecería y las estructuras urbanas se convertirían en mudos restos de una civilización perdida, de la misma forma que hoy encontramos ruinas u objetos de sociedades antiguas. 

En un artículo publicado recientemente en The Conversation, el experto en planificación y diseño urbano Carlton Basmajian, de la Universidad Estatal de Iowa, en Estados Unidos, responde a una pregunta de Essie, una niña de 11 años de Míchigan, en torno a cómo sería la Tierra un año después de que los seres humanos desaparecieran del planeta

La respuesta es clara y contundente: la naturaleza saldría beneficiada y nuestras ciudades se transformarían progresivamente en escombros, como un silencioso testimonio de una especie que no logró armonizar con el resto del planeta y usó sus recursos con una voracidad sin límites. Es importante tener en cuenta que la consulta de la pequeña Essie no es para nada descabellada: la crisis ambiental, la amenaza nuclear, los peligros desde el espacio o una nueva pandemia podrían hacer realidad ese escenario, aunque desde muchos sectores sigan eligiendo taparse los ojos y negar esa posibilidad. 

Silencio y hogares poco confortables

Según Basmajian, si los humanos simplemente desaparecieran del mundo y algún sobreviviente pudiera regresar a la Tierra para ver qué sucedió un año después de la catástrofe final, lo primero que llamaría su atención sería el atronador silencio de las ciudades. Inmediatamente advertiría cuánto ruido hacía la humanidad, porque los edificios, los automóviles, las fábricas o los aviones ya no estarían. Todo ese ruido sería parte del pasado.

Después de un año sin gente, el cielo sería más azul, el aire más claro. El viento y la lluvia limpiarían la superficie de la Tierra, mientras que todo el smog y el polvo que producen los seres humanos desaparecerían. Además, Basmajian explica a Essie que su hogar ya no sería tan acogedor: sin ningún tipo de control, la red de agua dejaría de funcionar y nada saldría de los grifos. Es más: el aire acumulado en las cañerías las haría estallar con la llegada del invierno. 

Tampoco habría electricidad, porque las centrales eléctricas dejarían de funcionar y nadie las vigilaría ni mantendría un suministro de combustible. El planeta retomaría su ciclo natural de luz y oscuridad ligado a la noche y el día, por lo que nuevamente podrían verse todas las estrellas en el cielo nocturno. Con el tiempo sucederían incendios naturales que nadie controlaría, y las estructuras (dependiendo de los materiales) comenzarían a deteriorarse y colapsar. 

El polvo inundaría los hogares: aunque en realidad hay polvo en el aire todo el tiempo, no lo notamos porque nuestros sistemas de aire acondicionado y climatización expulsan aire. A medida que nos movemos por las habitaciones de nuestra casa, también mantenemos el polvo en movimiento. Una vez que ese ciclo se detenga, el aire dentro de los hogares se detendría y el polvo se asentaría por todas partes: suelos, muebles, paredes, objetos…

Plantas, insectos y animales por todos lados

Pero lo más impactante ocurriría en el mundo natural: el césped de los jardines crecería sin límite alguno, hasta volverse tan largo y flojo que dejaría de crecer. Aparecerían nuevas malas hierbas y dominarían estos espacios. Muchas plantas que nunca antes vimos en las ciudades echarían raíces en los jardines: cada vez que un árbol deja caer una semilla, puede crecer un pequeño retoño. Nadie estaría allí para eliminarlo o cortarlo. 

Lo mismo sucedería con los insectos: sin repelentes, aerosoles o pantallas que los eliminen o controlen, surgirían a millones desde la tierra y el aire, transformándose en reyes del escenario urbano. En tanto, los animales salvajes irían acercándose progresivamente hacia las ciudades: mapaches, osos, zorros o grandes felinos comenzarían a atravesarlas. Los animales de granja se volverían presas fáciles para estas especies más grandes, mientras que las mascotas (perros y gatos) se volverían salvajes a la fuerza, aunque muchos no sobrevivirían. 

Estructuras en lento deterioro

Después de solo un año sin seres humanos, Basmajian explica que las estructuras de hormigón (carreteras, autopistas, puentes y edificios) tendrían el mismo aspecto y no sufrirían deterioros considerables, pero esto cambiaría con el paso del tiempo. Una década más tarde, habrían aparecido grietas, con pequeñas plantas moviéndose a través de las estructuras. Esto sucede porque la Tierra está en constante movimiento y genera presión, la cual produce las grietas. 

De esta manera, los caminos se agrietarían tanto que parecerían vidrios rotos, e incluso los árboles crecerían a través de ellos. Los puentes con estructuras de metal se oxidarían lentamente, mientras que las vigas y los pernos que los sostienen correrían la misma suerte. En tanto, los grandes puentes y carreteras de cemento podrían durar siglos. Las presas y diques que se han construido en los ríos y arroyos del mundo se erosionarían, hasta finalmente colapsar y generar grandes inundaciones ante la falta de control.

En resumen, la Tierra claramente ya no sería la misma al pasar un año de la extinción de la humanidad, aunque ese proceso se intensificaría con el paso de las décadas. Por último, la Tierra volvería a su estado natural previo al inicio de la gran expansión de los seres humanos y su fuerte impacto sobre el ambiente, quedando solo restos y escombros de las ciudades: un edificio en ruinas, una vieja carretera o cualquier estructura que logre mantenerse en pie sería una huella de una civilización que en algún momento se creyó omnipotente. 

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