Tatiana era una mujer joven y atractiva, según la recuerdan sus amigos, en su mayoría rusos como ella que no la olvidan y en los que ha dejado una profunda herida. Llegó a España para trabajar y, como muchos otros, su destino fue la provincia de Alicante y, concretamente, Torrevieja, donde alquiló un piso. Aquí trabajaba, se pagaba los gastos e intentaba buscarse su propio destino. Sus padres viven en una zona rural de Rusia y ella, a su manera, había conseguido salir de ese mundo.

Conoció a Sergei y tenía una relación de pareja que no gustaba a sus amigas. Así se lo hacían saber. "Si Sergei maltrataba al gato, era señal de que no era un hombre bueno. Eso se lo dijimos", asegura una y mil veces una de sus amigas. Quienes la conocieron, entre el vecindario, tienen un buen recuerdo de ella, de su alegría y de su sonrisa.

Los investigadores creen que Tatiana eligió el 6 de enero, día de Reyes en España y de fiesta en Rusia, para tener una última cena con Sergei y decirle que aquello había terminado, que su relación estaba acabada y que él tenía que marcharse porque la casa había sido alquilada por la joven. Los vecinos recuerdan que oyeron gritos pero nadie hizo nada. "Una pelea de pareja", pensaron. De pronto, el silencio.

Tatiana era el ejemplo de muchas jóvenes que llegan a España y buscan un futuro. Aquí no tienen más amigos que otros compatriotas que son su familia, se llaman y se cuentan los problemas, buscan consuelo y cariño. Salen juntos los fines de semana, comparten gastos y se divierten. Se sienten como hermanos. Tras su muerte, el juzgado comenzó la siempre difícil tarea de localizar a sus padres, informarles de lo sucedido y realizarle el ofrecimiento de acciones.

Tanatorio

Mientras tanto, el cadáver de Tatiana, frío, permanecía tras la autopsia en el Tanatorio de La Siempreviva a la espera de un último descanso. La Embajada de Rusia en Barcelona realizó los trámites, vía telefónica, hasta localizar a sus padres. Desconsolados por lo ocurrido, ni tan siquiera han ejercido acciones legales en el proceso judicial que sigue abierto. No entienden lo que ha pasado ni tienen dinero para costear un abogado. Su cadáver fue enterrado y sus amigos lloraron su pena. Pero aún tenía que realizarse un último acto, sacar sus pertenencias del piso y entregárselas a su familia y a aquellos que habían ejercido como tales. El juzgado tuvo que realizar esta última actuación, en justicia, para dar a cada uno lo suyo y que el propietario recuperara las llaves del piso porque hasta ese día la vivienda seguía precintada. Entre todas aquellas cosas que dejó el recuerdo de Tatiana, la más querida por sus amigas era el gato, ese felino que se paseaba por casa y ronroneaba y que, cada vez que recibía una patada o un golpe de Sergei, se quejaba anunciando a su dueña que la muerte estaba cada vez más cerca.