Falta poco para las siete de la mañana y ya están ahí. Hombres y mujeres de la categoría "demásdesesenta". Se les ve por las calles perpendiculares que desembocan en la playa del Cura o de Los Locos. Bajan deprisa. Sin entretenerse. Cargan a cuestas la sombrilla y una silleta o dos. Los hay que las llevan en carritos de la compra. Su objetivo es claro: Una parcelita en la misma orilla de la playa, a pie de olas y sobre la arena más fresca. Abren las banquetas y la sombrilla y las clavan en la arena con el mismo ímpetu que Neil Armstrong lo hizo con la bandera en la luna. Ya tienen sitio en la playa. Y es gratis. Luego las abandonan allí. Volverán dos horas más tarde con sus parejas, sus familias y sus cachivaches para disfrutar de otra jornada veraniega en la playa de Torrevieja. Mientras tanto dejan un paisaje ocupado pero vacío. Visto lo visto, una ordenanza municipal se publicó en 2008 (artículo 13.2) para atajar esta "colonización playera" que estorba las funciones de los operarios de la limpieza y menoscaba la "igualdad de oportunidades" de los veraneantes a la hora de tener su lugar bajo el sol. De la ordenanza pasan "olímpicamente" los bañistas y también, al parecer, quienes deben velar por su cumplimiento.

No son ni la del Cura ni la de Los Locos ejemplos de playas extensas. En el caso del Cura menos de 500 metros de longitud y en las zonas más generosas, 25 de ancho. Su situación intraurbana, en pleno entramado de la ciudad las convierten en objeto de deseo. Hiperaccesibles, familiares y de vecindario. Tan de vecindario que se podría decir que cada uno tiene "su" sitio. El mismo "de siempre", de otros años. Porque los turistas de apartamento en Torrevieja tienen como ningún otro tipo de turistas sus costumbres y sus hábitos.