«Es lo único que nos queda para no ser unos vegetales», comenta con naturalidad Felisa Trampal, describiendo para qué utilizan los residentes las pagas extra que no van directamente a las cuentas de Bienestar Social. Con 46 años cotizados en la misma empresa, desde los 14 a los 60, ingresó en la residencia de Torrevieja, donde era vecina en mayo de 2008. Su economía se ha convertido en los últimos años en un «parcheo» en el que ese dinero «extra» se espera como agua de mayo para asuntos básicos como un cambio de gafas, audífonos, ropa interior «aunque la exterior sea de hace 50 años», zapatos, fajas y medias ortopédicas o asistencia sanitaria especializada, como es el caso de la odontología.

«Tenemos necesidades, aunque no sean muchas a esta edad, además de dormir y de comer -comenta- atenciones que no presta ni subvenciona la Seguridad Social». Incluso los residentes apartan este dinero para completar su dieta con artículos que compran fuera del centro porque, asegura Trampal convirtiéndose en portavoz de muchos, en las residencias el nivel de la alimentación diaria ha «caído mucho con los recortes» desde 2012.

Esta residente de origen madrileño instalada en Torrevieja y militante socialista desde la clandestinidad, explica el balance de sus cuentas del mes además de perder las pagas extra: «Me van a cobrar mensualmente 1.077. Me quedan 9 euros y unos céntimos para lo que quiera...».