El fin de la guerra de Irak no ha traído consigo, ni de lejos, el fin del conflicto armado tras el auge del Estado Islámico, que ha traído consigo un «estado del terror». Así lo definió ayer el embajador de España en Irak, José María Ferré, en el marco de una conferencia en el Casino Orcelitano de Orihuela donde habló de sus vivencias en primera persona en el país.
Una visión que «para los de fuera nunca es igual a la de los habitantes de la zona», pero que sirvió para trasladar al público el día a día en de los ciudadanos de Irak y las complicaciones a las que deben hacer frente.
La difícil situación económica tras la guerra se ve acentuada todavía más por la caída del precio del petroleo, explicó, la principal fuente de ingresos del país, lo que deja los ingresos del estado en jaque. La situación política no ayuda a mejorar la vida de sus habitantes. La corrupción en «prácticamente todos los organismos del Estado» deja una Administración que tampoco funciona y «obliga a tomar medidas drásticas al respecto».
El panorama social tampoco es mucho más alentador. «Hemos visto cómo millones de refugiados sirios huyen de la zona de conflicto, pero es importante saber que en Irak también hay 3,2 millones de desplazados internos, huyendo de los distintos grupos conflictivos con los que cuenta el país», entre ellos «una gran multitud de cristianos que deben abandonar su lugar de origen, o convertirse al Islam». Una posibilidad que no tienen todos sus habitantes pues «tan solo se ofrece convertirse a cristianos y judíos, a los de las demás religiones no los quieren», aseguró Ferré.
El público llenó por completo la sala para conocer de primera mano la situación en el país y la herencia recibida tras la guerra que comenzó en 2003 y de la que España tomó parte.
