Josefina Gambín, vecina de Callosa de Segura, muestra la zona de su casa que se inundó con la DANA. t. sevilla

Mar Alejo reparte material escolar tras hacerse voluntaria de Cruz Roja Tony Sevilla

Josefina recibe la medicación que debe tomar por su problema en los bronquios. Voluntarios de Cruz Roja se la acercan a su casa junto a unas mascarillas. La entidad sigue prestándole ayuda un año después de la DANA, cuando sus voluntarios le dieron toda la atención que necesitó durante los angustiosos días en los que el cielo rompió como nunca en la Vega Baja y provocó la peor gota fría en siglo y medio. A esta callosina de 64 años, que vive sola y no tiene familia, se le quiebra la voz al recordar el momento en el que militares de la UME la trasladaron al albergue temporal de Callosa de Segura. «Estuve tres días sacando agua, nunca había visto nada igual, y me ayudaron mucho desde la Cruz Roja, sobre todo a tranquilizarme por la angustia y ansiedad que tenía, me dieron confianza y aún lo siguen haciendo», señala esta mujer que ha necesitado, de nuevo, la ayuda de la entidad para superar el temor a salir a la calle tras el estado de alarma y el confinamiento, después de llevar otros dos meses sin salir de casa por culpa de una neumonía.

Más de 200 núcleos familiares siguen recibiendo, un año después de la DANA, la atención de la entidad, sobre todo en el plano psicológico y emocional, por el trauma que les ha creado la terrible gota fría. «Es difícil asumir que tu hogar, en el que uno se siente seguro, pudo convertirse en una trampa mortal», señala Carolina Espadas, coordinadora provincial de Cruz Roja. «Las familias perdieron sus recuerdos, todas sus pertenencias, eso genera mucha ansiedad y todos te dicen que la DANA marcó un antes y un después en sus vidas, están sufriendo un proceso de duelo porque han roto con una realidad anterior, y asumir la nueva cuesta mucho y hay que ir poco a poco, además del trauma que tienen, que cada vez que amenaza lluvia, tiemblan», explica.

Un proceso por el que también ha pasado Josefina tras inundarse su casa del barrio de San Roque. «No puedo expresar lo bien, lo humanamente que se portaron conmigo los de Cruz Roja, siempre están muy atentos», comenta esta vecina cuyo agradecimiento lo ha materializado haciéndose socia de Cruz Roja. La entidad realiza un seguimiento telefónico con todas aquellas personas a las que atendió durante aquellos fatídicos días de septiembre de 2019. «Tras la emergencia estuvimos con más de 500 familias y, aparte del restablecimiento de sus enseres o electrodomésticos, dimos alimentos, ropa y también apoyo emocional, que lo seguimos manteniendo en un buen número de hogares a los que llamamos para confirmar que han recibido las ayudas o si necesitan cualquier cosa en la que les podamos atender; de hecho, hemos pagado algún alquiler a quien sigue sin recursos y algún electrodoméstico más en estas últimas semanas, aunque la mayoría lo que necesitan es apoyo psicológico», indica la coordinadora de Cruz Roja en la provincia de Alicante.

Medio millón recaudado

Gracias a la colaboración de diversas empresas y una gran cantidad de donantes, Cruz Roja consiguió recaudar en la provincia más de medio millón de euros, fondos que han sido empleados en atender las necesidades materiales y emocionales de las personas damnificadas por la gota fría, y gracias a los cuales la entidad ya ha efectuado más de 1.640 intervenciones, entre las que figuran, entre otras, entregas de mobiliario, electrodomésticos y atenciones psicológicas. En el plano emocional la entidad trabaja en enseñar a los afectados cómo deben afrontar una situación como la del pasado año «lo que les hace bajar el nivel de ansiedad que tienen», explica Carolina Espadas. «La huella que ha dejado la DANA es difícil de borrar», lamenta, pero para ello realizan sesiones individuales de psicología «donde hemos atendido a más de 50 usuarios, y ahora quedan 22 que aún no han superado ese trauma».

Además, Cruz Roja trabaja actualmente con 82 afectados por la gota fría para su reinserción y reorientación laboral. En uno de esos programas trabaja Mar Alejo, que ha pasado de damnificada por la DANA y usuaria de Cruz Roja a voluntaria de la entidad. «A raíz de situaciones traumáticas como la que pasamos te vuelves más humana», asegura. Recuerda el momento en el que tuvo que salir con su marido de su casa en la huerta de Callosa porque el agua «entraba por todas partes, fue horrible y no lo he llegado a superar». Había comprado su vivienda en mayo y la había terminado de reformar a finales de julio «y en septiembre vino la DANA y lo perdimos todo, desde la ropa a los electrodomésticos, hasta las puertas nuevas», que Cruz Roja le repuso. «Cuando volvimos a mi casa, que estaba nueva, y vimos todo embarrado, los electrodomésticos tirados en el suelo, y las habitaciones y el salón inundados, me agarré a mi marido y nos hinchamos a llorar».

Fueron momentos de mucha angustia donde recuerda que «pedí a Cruz Roja calzado porque llevábamos varios días con el mismo y estaba empapado». «Gracias a Cruz Roja hemos podido empezar de nuevo, nos dieron de todo, hasta ropa interior, ya que conforme pasaban los días me fui desmoralizando y acudí llorando como una niña a su asamblea a por ayuda, porque con el sueldo de mi marido podíamos comer pero no nos llegaba para todo lo que perdimos», dice, aún angustiada, mientras reparte material escolar en Callosa a otros afectados.

«La sacudida de la DANA no ha acabado, aún perduran determinados efectos, como los emocionales», reseña la coordinadora de Cruz Roja en la provincia, quien insiste en la necesidad de que se pongan en marcha los planes de emergencia locales y uno comarcal.