El tiempo se ha mostrado inflexible en Orihuela, ya no sólo en el paisaje natural y urbano sino también en lo que podemos denominar como centros de recreo que, a lo largo de los años fueron desapareciendo quedando de ellos únicamente el recuerdo, en los que nos podemos considerar como de la tercera o cuarta edad, título que sólo se alcanza con el transcurso de los años.

A modo de ejemplo, incluyendo dentro de aquellos centros a establecimientos tales como bares y cafés, en el año 1946 que nací, entre algunos de los primeros localizamos a los siguientes: en la calle San Pascual al Bar Jeromo; al Bar Teófilo y Bar Levante de Natalio Esquiva, en Alfonso XIII; la cervecería Zara; en Calderón de la Barca, el Bar Ideal de José Pomares y el Bar Español de Francisco Maciá, en el que se servía «cerveza fresca de varias clases»; el Bar Circo que se encontraba en lo que pasó a llamarse Plaza del Poeta Sansano y cuyo propietario Esteban Llanes ofrecía entre sus especialidades pastillas y chocolatinas, helados exquisitos y empanadas. Dentro de los cafés citamos a dos: Café Sevilla regentado por Luis Pérez en la calle Calderón de la Barca y en la Plaza Nueva, el Café Colón, cuyo propietario era Ramón Rogel.

Este último establecimiento, según Antonio Colomina Riquelme en su libro «Orihuela, sus calles, sus plazas, sus gentes», era lugar para tertulias, tratos comerciales y juegos de mesa. En sus orígenes su propietario, Juan Rogel Botá que había poseído en la calle del Ángel (López Pozas) el Café Los Europeos, en la década de los ochenta del siglo XIX, inauguró en la entonces Plaza de la Constitución el Café Colón. Con los años, este céntrico establecimiento de la vuelta a los puentes, al igual que el reloj municipal de las Casas Consistoriales fue testigo de las vidas, los hechos y las horas de nuestra ciudad.

El tiempo se ha mostrado inflexible en Orihuela, ya no sólo en el paisaje natural y urbano sino también en lo que podemos denominar como centros de recreo que, a lo largo de los años fueron desapareciendo quedando de ellos únicamente el recuerdo.

Así mismo, prestó atención a la música y al séptimo arte. De hecho, en 1909, durante todo el año se celebraban conciertos musicales y disponía de un pianista llamado Gerardo Isidro que, el 12 de julio de ese año acompañaba al barítono Amadeo Puchi que había pisado las tablas de numerosos teatros de Europa, el cual interpretó obras de Ruperto Chapí, Giuseppe Verdi y Pietro Mascagni.

En los primeros días del mes de septiembre del citado año, un periódico trataba cariñosamente al dueño del Café Colón como «Juanete Rogel», y daba cuenta de la gran asistencia de público a los conciertos que organizaban, en los que además del mencionado pianista intervenían Carlos Moreno, Saturnino Cebrián y Camilo Rogel.

En dicho año, además de nuestro Café Colón localizamos al Café del Comercio en Arzobispo Loazes, el Café Levante y el Café España en Alfonso XIII y el Gallístico en la calle San Pascual.

En julio de 1913, debutaban en el Café Colón los artistas de variedades «Les Millán» y el «Rey del Baile». Dos años después, se destacaba en la prensa sus sesiones de cinematógrafo al aire libre, al igual que las que organizaba el Café Sevilla.

El 28 de agosto de 1916 falleció a los 72 años Juan Rogel Botá y se hizo cargo del negocio su hijo Ramón, que lo regentó hasta el año 1950, en que empezó a llevar las riendas del establecimiento Juan Rogel Muñoz «Juanito el del Colón» junto con su esposa.

En aquellos estíos de los años diez del pasado siglo eran famosos sus especialidades en helado como los mantecados, las cremas americanas y el «biscuit glacé» elaborado con nata, huevos y extracto de vainilla. A finales de los años veinte, se ofrecía cerveza, mariscos, empanadas, bocadillos, bebidas de todas clases y «exquisito café».

En los años sesenta y setenta era frecuente encontrar en el Café Colón desayunando al franciscano Agustín Nieto, Archivero Honorario del Ayuntamiento, junto con Manuel Soriano Murcia, antes de sumergirse entre legajos del Archivo Municipal.

El 20 de octubre de 1987, el diario «La Verdad» publicaba una foto del exterior del establecimiento con un titular: «Cien años haciendo amigos. Cerró el Café Colón». Después de una centuria de existencia, pasó así a ocupar un lugar en nuestra memoria por su buena cocina, ambiente y excelente servicio.